¿Ayuda ocasional o dependencia?
Por: Juan Francisco Jiménez Jacinto | Fuente: ForumLibertas
La solidaridad intergeneracional debe ser vista como un hecho positivo, pero oculta una realidad dependiente que revela la fragilidad de los jóvenes adultos de hoy en díaImágenes
Según el estudio de la Fundación la Caixa titulado ‘Individualización y solidaridad familiar’, en los últimos diez años el número de abuelos que cuidan a sus nietos ha aumentado en un 10% y un 33% de los españoles declara haber recibido ayuda de los progenitores a la hora de comprar una vivienda propia. Aunque es un hecho que alimenta el sentido del soporte familiar y la solidaridad intergeneracional no hay que olvidar que ese hecho oculta la realidad dependiente de jóvenes adultos que difícilmente pueden valerse por sus propios medios.
Esta realidad también abunda en el hecho de que continúe funcionando entre los jóvenes adultos una solidaridad intergeneracional a la inversa, es decir, continúan siendo los padres los que se siguen haciendo cargo de los jóvenes adultos y sus necesidades. Cierto es que la crisis influye mucho, pero la crisis no explica todo porque este comportamiento en buena parte ya se daba antes del contexto de recesión económica que vive España. A esa realidad ya existente se han añadido los jóvenes adultos que se habían marchado de casa y que han tenido que regresar al hogar paternos como consecuencia de la pérdida del puesto de trabajo.
Solidaridad intergeneracional, ¿a qué precio?
El hecho de que unos padres den apoyo y soporte a sus hijos evidentemente es algo de lo que congratularse ya que es una muestra de la solidaridad entre padres e hijos, pero tiene un problema y es que los padres, que también representan a menudo la figura de abuelos, de aquí a unos años desaparecerán y entonces si esa dependencia no se ha superado, ¿qué pasará? Esa es la pregunta que hay que hacerse ya que no estamos hablando de adolescentes sino de jóvenes adultos, que representan un grupo de edad que va de entre los 20 y hasta los 35 años.
Hay unas generaciones ‘encapsuladas’ que dependen de los abuelos y de los padres y aunque, cabe insistir, debe ser visto como un hecho positivo por un lado, no lo es si asume un determinado nivel ya que una cosa es la ayuda ocasional y otra cosa es la dependencia.
Y después por otra razón, se presupone que a partir de determinada edad el sentido de la solidaridad tiene que cambiar, el hijo es el que debe tener solidaridad hacia los padres mayores, un hecho basado en la dependencia de las limitaciones que impone la edad lógicas de la edad.
Los hijos se han convertido en dependientes de los padres por dos razones: económicas y hábitos. Sin embargo, una parte de estos casos tendrían que haber dado la vuelta y ser los padres los que se beneficiarán de algunas ventajas de los hijos ya que han alcanzado una edad más cercana a la necesidad receptora que donante. Una realidad compleja que pone en peligro, como tantos otros aspectos, la sociedad del bienestar.
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