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La Familia, educadora del ser humano
Mercedes Palet analiza las distintas etapas fundamentales del desarrollo y los períodos educativos, en un diálogo crítico y fructífero con las distintas escuelas de Psicología del desarrollo


Por: Mercedes Palet | Fuente: Reseña por Martín F. Echavarría



Mercedes Palet, nacida en Tarrasa y formada filosófica y espiritualmente en la “escuela tomista de Barcelona” por Francisco Canals Vidal, que hace una excelente presentación al libro (pp.11-13), Mercedes Palet reside actualmente en Silenen (Suiza).
Es Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, sección Psicología en la Universidad de Barcelona. El año pasado ha sido elegida como secretaria de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (S.I.T.A.), sección Suiza.

La obra que aquí reseñamos es sólo una parte de su tesis Doctoral en Filosofía (de 800 páginas) defendida con gran suceso en febrero del año 2000, bajo la guía del profesor José María Alsina Roca.

El libro elabora en modo inteligente y profundo una psicología del desarrollo y una teoría de las etapas de la educación que se funda fiel y originalmente en el pensamiento de santo Tomás. Afirma la autora que la “profundidad del conocimiento de la Psicología del ser humano del Aquinate se anticipa a muchos de los postulados de la Psicología moderna y la superan poniendo de relieve sus aciertos y corrigendo, suave pero con mano firme, sus errores. Muy especialmente en las cuestiones que Santo Tomás de Aquino agrupa en la Secunda Secundae de su Suma de Teología se manifiesta una originalidad psicológica que penetra hasta el último particular del comportamiento humano y brinda al psicólogo instrumentos de comprensión y de terapia válidos y eficaces.” (pp. 21-22).

Esto no quita que durante todo el libro se dé un diálogo con la psicología contemporánea, en particular con dos líneas que se han ocupado especialmente del desarrollo infantil:

1) “la investigación que, influenciada por la contribución filosófica de Kant, orienta su búsqueda de acuerdo con los postulados piagetianos recogidos y renovados por Lawrence Kohlberg y su escuela” (p. 17); y

2) el psicoanálisis. En su introducción, afirma Canals que “las objeciones a modo de videtur quod son las más de las veces tomadas de Sigmund Freud, y (…) las respuestas precisas y satisfactorias, los respondeo dicendum, son muy auténtica y originalmente surgidas del contacto vivo y profundo con la obra del Doctor angélico” (p. 12).

Y la autora misma subraya que “en el presente volumen se refleja, en general, un diálogo sorprendente e inesperado entre Santo Tomás de Aquino y los principios de Psicología elaborados por Sigmund Freud” (p. 21).
Es imposible resumir todas las riquezas que en este libro tanto el filósofo, como el psicólogo y el pedagogo pueden encontrar. Aquí hacemos un rápido vistazo, para dar una idea al lector. La obra se divide en seis capítulos, a la vez de denso contenido filosófico y de enorme utilidad práctica.

En el primero de ellos, llamado “Cuestiones preliminares” (pp. 23-55), se presentan los presupuestos filosóficos. Se exponen los temas de la naturaleza del niño, la necesidad de la educación, el tema del hábito, el papel fundamental del amor, y se presenta a la familia como “lugar original de la educación”.

En el segundo, se presenta también la idea que inspira todo el libro: como dice santo Tomás, y corroboran suficientemente los estudios de la psicología contemporánea, la familia es como un “útero espiritual”. “El Doctor Angélico afirma que ´el hijo, en realidad, es naturalmente algo del padre´. La causa de esta pertenencia del hijo al padre es, según el Aquinate, doble: ´en primer lugar, porque en un primer momento, mientras está en el útero de la madre, no se distingue corporalmente de los padres. Después, una vez que ha salido del útero materno, antes del uso de razón, está bajo el cuidado de sus padres, como contenido en un útero espiritual´. Carl Gustav Jung hace una propuesta muy similar cuando asegura que ´del mismo modo en que el cuerpo del niño, durante la vida embrionaria, es una parte del cuerpo de la madre, así también su espíritu es durante muchos años una parte de la atmósfera espiritual de los padres´” (p. 73).

Esto no implica un amor egoísta, sino una forma especialísima de amor de amistad, por la que el hijo es amado como uno mismo, considerando su bien como el propio. Si los padres no buscan ellos mismos la propia felicidad y perfección, a través de la virtud, tampoco lograrán que el hijo crezca armónicamente, desarrollando las virtudes (p. 79). Por su parte, el niño experimenta que su bien depende del bien de un todo que lo supera, “es decir, que su propio ser y existir es fruto inseparable de la unión que forman sus padres, unión sin la cual su propia existencia carece de origen y sentido; por esta razón el niño se ordena naturalmente al bien del todo y se vive altamente turbado cuando el bien desaparece o no ha hecho acto de presencia” (p. 83).

En este mismo capítulo, se comienza ya a entrar en el tema de las etapas del desarrollo, a las que corresponden distintas etapas de la educación. Luego de exponer con pericia distintas clasificaciones de las etapas evolutivas desarrolladas por la psicología evolutiva contemporánea, Mercedes Palet hace su propia división, siguiendo la inspiración de santo Tomás: “Santo Tomás indica que aunque en el crecimiento del hombre se pueden distinguir muchos grados, ´presenta determinados períodos muy bien definidos caracterizados por las distintas actividades y aficiones hacia las que es impulsado el hombre a medida que va creciendo´ [Aristóteles, Política, L.VII, c.17, (133b35-40)]: ´Así, existe la edad infantil, antes de llegar al uso de razón. Viene después un segundo estado, que corresponde al momento en que comienza a hablar y razonar. Luego un tercer estado, el de la pubertad, cuando el hombre es apto para engendrar. Y así, desde este momento hasta que logra su desarrollo completo´ [Santo Tomás, Summa Theologiae, II-II, q.24, a.9, in corpore]” (p. 63).

Así, en los capítulos que se siguen, la autora se ocupa de analizar las distintas etapas fundamentales del desarrollo y los períodos educativos, en un diálogo crítico y fructífero con las distintas escuelas de psicología del desarrollo.

La primera, va desde el nacimiento a los dos años de vida, y la llama “el despertar de la vida” (cap. 3, pp. 95-132). Aquí, desarrolla el tema de la unión particular entre la madre y el niño, ya desde la vida intrauterina. Según la autora, siguiendo a Gustav Siewerth, “(…) ´el contenido más primitivo de los sentidos será, en una trascendencia esencial, un acto de amor protector y cálido´, será un acto de amor que el niño conservará en el fondo de su corazón y que constituirá su memoria inicial de la vida” (pp. 98-99). Entre otras cosas, la autora critica aquí la postura de quienes ven en el niño sólo un “ser de sentidos”, destacando su carácter personal, e ilumina desde una perspectiva profunda muchos aspectos de la vida psíquica infantil, como la capacidad de observación, y sus actos fundamentales (aprobación, esperanza expectante, confianza, etc.).

“La primera edad del habituamento” (cap. 4, pp. 133-174), de los dos a los siete años de vida, es la segunda etapa distinguida por Mercedes Palet. Este es el momento fundamental de la crianza en casa, y el niño es particularmente apto para la adquisición de hábitos, para la ordenación afectiva. Es muy importante aquí el ejemplo de los padres como causa ejemplar del de los hijos. La autora señala que, según Aristóteles (Política, L.VII, c. 17), es conveniente que los juegos y relatos con que se el niño se entretiene, lo preparen y habituen para las tareas reales que deberá desempeñar en su vida futura (pp. 133-134).

Esta etapa es considerada por la autora, además, como el inicio de la memoria y de la conciencia. “Cuando el niño empieza a hablar y a razonar, empieza también a tomar conciencia de sí mismo, de su Yo y, con ello, la memoria, entendida como ´la facultad de sentirse a sí mismo´ [Bofill], inicia también su actividad caracterizada por la posesión de una función existencial” (p.157).

La siguiente etapa, de los siete años a la pubertad, es “la primera edad del razonamiento” (cap. 5, pp. 175-215). Aquí el niño puede reflexionar acerca de sí mismo y deliberar sobre la finalidad de su acción. La autora pone especialmente énfasis en la educación de la conciencia y de la voluntad, con muchas indicaciones útiles. Lamentamos aquí haber tenido que limitarnos a estas someras ilustraciones, que no hacen justicia a la densidad y profundidad del contendio de los capítulos.

La autora promete dedicar otro libro al tema de la pubertad, que por su complejidad y amplitud merece un estudio específico (p. 21). Un último capítulo (6, pp. 216-228) Pone de relieve la “actualidad psicológica de santo Tomás, tratando el tema de la “tristeza en la juventud”, es decir, del vicio de la “acidia”, que en modo preocupante se halla extendido en la cultura contemporánea, en particular entre los jóvenes.
La obra nos parece una contribución sin precedentes, tanto a la tradición tomista como a la práctica de la psicología y de la pedagogía, y viene viene a llenar un enorme vacío bibliográfico que respecto a estos temas aqueja tanto al tomismo cuanto a la cultura católica en general. Auguramos que el resto de la tesis, también muy interesante, llegue pronto a la imprenta.

Datos sobre la autora
Realizó los estudios de Filosofía y Ciencias de la Educación, sección Psicología, en la Universidad de Barcelona, donde obtuvo en 1980 el grado de Licenciatura y en el 2000 el de Doctor. Tiene amplia experiencia en la docencia y la atención psicológica de niños y jóvenes, en España y Suiza. Actualmente reside en Silenen, Suiza.

La Familia, educadora del ser humano
Mercedes Palet,
Balmes Barcelona 2000

 

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