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¿Crisis? ¿Qué crisis?
La palabra crisis suele relacionarse con significados negativos, con hecatombes. Sin embargo el significado real no es ése, crisis significa cambios


Por: Aníbal Cuevas | Fuente: arvo.net



Se repite hasta la saciedad que la familia está en crisis y con ello se consigue, en muchos casos, hacer caer en el pesimismo a muchas personas. El pesimismo es paralizante, no ayuda a crear y además hace que nos pongamos a la defensiva.

¿Crisis? ¿Qué crisis?

Es cierto que la familia está en crisis y conviene aclarar qué significa esto. La palabra crisis suele relacionarse con significados negativos, con hecatombes. Sin embargo el significado real no es ése, crisis significa cambios. Las personas sufrimos crisis y con ellas no tiene por qué llegar el fin del mundo.

Los niños suelen sufrir una crisis alrededor de los tres años. Hasta esa edad no han tenido constancia de su propia persona, se han sentido parte de quienes les rodean. A esta edad se dan cuenta (no de una manera consciente) de que pueden ser autónomos y de ahí se derivan las pataletas, el negarse a hacer algo que se les manda o el querer hacer las cosas solos. Si superan esta crisis crecen como personas y maduran. La crisis, por tanto, ha sido positiva.

Desde esa crisis que se produce hacia los tres años y hasta la pubertad, los niños permanecen en un estado “ideal”. No se suelen presentar grandes problemas. Sin embargo comienza la adolescencia que es, nuevamente, tiempo de crisis, de grandes cambios. Los padres suelen recibirla con una actitud defensiva y de miedo: ¡ya verás cuando te toque!, amenazan los conocidos. Pero la crisis de la adolescencia es necesaria para que el chico o la chica maduren y den el salto hacia delante. Si les ayudamos y apoyamos, saldrán de la crisis fortalecidos.

Crisis de la familia


El objetivo al exponer estas ideas no es hablar de la evolución psicológica de nuestros hijos, sino poner en su sitio lo que significa crisis y librar a esta palabra de su maldición.

Es un hecho que la familia está en crisis pero esto no tiene porqué ser negativo si sabemos ser los protagonistas del cambio. La familia está en crisis porque las relaciones humanas son algo vivo y cambiante. No es la base de la familia -el amor- lo que está en crisis, sino su adaptación a la realidad social.

Es cierto que existen ataques objetivos a la familia -aborto, divorcio fácil, uniones de homosexuales, falta de libertad para que los padres escojan la educación que quieren para sus hijos, etc...- , sin embargo, si somos capaces de mejorar las familias que existen estaremos en el buen camino para superar la crisis.

La familia es el lugar donde de manera natural se nace, se crece y se muere. Es el único ámbito donde las personas son queridas por lo que son, no por lo que tienen o hacen. Por esta razón la familia está blindada y permanecerá siempre.

Papeles en el hogar

Hasta hace unos años parecía que la familia era algo estático e inamovible. Los roles estaban perfectamente delimitados. El padre trabajaba fuera de casa, traía el dinero para mantener a su familia y procuraba la seguridad de su mujer e hijos. La madre cuidaba del hogar y se encargaba de la educación y cuidado de los hijos.

La autoridad familiar recaía en el padre y se ejercía como “potestas” (la capacidad de imponer y sancionar en función de su cargo). La madre se limitaba a ser la gestora del hogar. Sé que éstas ideas no se daban en todos los casos y que como toda generalización, puede ser injusta. Sin embargo, pienso que se corresponde con una realidad muy amplia. Por otro lado, las obligaciones de los hijos se limitaban a la obediencia.

Este modelo de familia funcionó durante mucho tiempo y la mayoría de las personas guardan un grato recuerdo de sus padres y se sintieron amados. Sin embargo, me pregunto ¿Vale éste modelo para nuestros días?

Lo fundmental y lo accesorio

En toda realidad existen elementos fundamentales y otros que son accesorios. En la familia ocurre lo mismo. Pienso que hay pocas cosas inamovibles en la familia, lo que ocurre es que si se mueven el edificio se derrumba.

¿Qué cosas son fundamentales? La primera es el amor entre un hombre y una mujer, única fuente digna de vida. Por su propia dignidad el ser humano necesita nacer de una relación humana de amor; la única fuente es la relación de un hombre y una mujer.

El hijo nunca puede ser entendido como un derecho ya que pasaría a engrosar la categoría de cosa o, si se me permite la broma, de mascota. Toda persona tiene derecho a tener un padre y una madre. Tener hijos no es un derecho absoluto.

También es fundamental la fidelidad y el compromiso de permanencia en el tiempo. Sólo una relación estable basada en la confianza puede generar un ambiente óptimo en el que se cumplan los fines propios de la familia.

La familia goza de exclusividad en lo que se refiere a la generación de vínculos personales. Existen relaciones que sólo se dan en la familia: conyugalidad, paternidad, filiación y fraternidad.

Al hilo de la actualidad conviene resaltar que la unión de dos homosexuales jamás podrá ser un matrimonio ni una familia. Su relación es incapaz por definición y por función de generar vida y , por tanto, relaciones familiares.

¿Qué es lo accesorio en la familia?

Prácticamente todo lo demás, todo lo que ha ido cambiando y evolucionando a lo largo de los tiempos.

Papel del padre

La llamada familia “tradicional” tenía, como ya hemos visto, muy estructurada las relaciones y funciones de cada elemento. El papel del padre se limitaba, en la mayoría de los casos a las relaciones externas. El padre no estaba en el hogar pero cumplía la función que se le había asignado en ese momento de proteger a su familia y procurar su sustento.

Gracias a ciertos movimientos feministas las mujeres han podido conseguir su puesto en la sociedad y se ha acabado con discriminaciones que atentaban a su dignidad como personas. Creo, sin embargo, que el feminismo radical de nuestros días hace mucho daño a la mujer, al hombre y a la familia. Parece ser su obsesión “arrinconar” al hombre y masculinizar a la mujer.

El alto índice de separaciones y divorcios no es, desde mi punto de vista, un índice del fracaso de la familia, sino un indicador de muchos fracasos personales. En la inmensa mayoría de los casos de separación o divorcio, los hijos quedan a cargo de la madre. Desde algunas administraciones públicas se fomenta, con horror, que las mujeres tengan hijos sin padre (véase Plan de Acción 2005-2007 del Instituto de la Mujer de Cataluña).

Ante esta situación creo que es obligación de justicia que los padres varones recuperemos nuestro papel en la familia. Es una gran injusticia que los niños crezcan sin un padre y una madre.

¿Qué podemos hacer los padres varones?

En primer lugar debemos considerar que nuestro papel es fundamental para el buen funcionamiento de nuestra familia. Es tan importante el padre como la madre para que nuestros hijos crezcan equilibrados.

Saber distinguir lo que es importante de lo que es urgente. Urgente es todo en el trabajo y en las relaciones sociales. Importante es nuestra mujer y nuestros hijos. Es necesario poner orden en la cabeza y priorizar, empezando por lo importante.

La seguridad que proporciona el varón a su mujer y a sus hijos no la puede suplir nadie, y la tarea de educar es siempre mucho más efectiva cuando se hace entre dos. Sé que es fácil decirlo, pero nuestros hijos nos necesitan a nosotros, no nuestro dinero ni nuestro prestigio social y autoestima. Si acaso, lo necesitamos nosotros.

Hacer las cosas que debemos, cuando no coincide con nuestras apetencia, requiere esfuerzo. La fortaleza es la virtud de los convencidos. Si sabemos que nuestra mujer e hijos nos necesitan, y nos necesitan igual que nosotros a ellos, ¿por qué no ponernos en marcha?

Los hombres necesitamos que se nos reconozca y se nos aplauda. ¿Por qué buscar eso fuera de casa? ¿Por qué hacemos que nuestra autoestima dependa del trabajo profesional y no de nuestros hijos?


Recuperar la autoridad

La autoridad se entendía como potestad, el derecho a ser obedecido. Ese concepto de autoridad ha hecho crisis, ha evolucionado porque la potestad no es autoridad, sino un componente de la misma. La autoridad real tiene que ver más con el servicio. Cuando se ama, se sirve. El servicio que tenemos que prestar los padres a los hijos es ayudarles a crecer como personas y enseñarles el camino de la felicidad.

Muchas veces el problema radica ahí.

¿Cómo voy a enseñar a mi hijo a crecer como persona y a ser feliz, si yo, en el fondo, no sé ser feliz?

Nuestra sociedad nos inculca la felicidad como momentos de placer que se consigue con las cosas. Esta realidad es frustrante ya que nuestro anhelo de felicidad es infinito y las cosas, como sabemos, son finitas, se acaban.

Cualquiera que haya experimentado un momento de gozo por la labor bien realizada, por un momento de generosidad, por dar mucho más que por recibir, ha estado en contacto con la felicidad y, sin embargo, ha podido no ser consciente.

Nuestra tarea como padres varones consiste en volver a casa, en estar en casa y procurar esos momento a nuestros hijos. Si estamos dispuestos a empezar a crecer como personas, si nos damos cuenta de que podemos mejorar en virtudes (ser más generosos, trabajar mejor ....), estaremos en camino de recuperar la autoridad en el hogar.

Coherencia de vida

Todas las personas, y especialmente los adolescentes, son muy sensible a la coherencia. Se rebelan ante las personas que dicen una cosa y hacen la contraria; no soportan la hipocresía.

Si somos capaces de ver cuál es el camino de la verdadera felicidad y ponemos el esfuerzo y la voluntad en seguirlo estaremos iniciando el camino para recuperar la autoridad.

Cuando un hijo ve a su padre luchando por ser mejor persona, ese padre aumenta en prestigio y, por tanto, en autoridad ante su hijo. Por otro lado, esa lucha aumenta la autoestima del padre lo cual le anima a seguir luchando. Serán numerosas las veces en las que fallemos o nos equivoquemos pero también serán ocasiones para pedir perdón, lo cual nos unirá más a nuestros hijos.

No dejemos que esta sociedad utilitarista nos meta en el armario. Hoy, más que nunca, hacen falta padres que defiendan a su familia con uñas y dientes. Hace falta defender a nuestras familias en la calle pero, sobre todo, en el hogar.

No se trata principalmente de cambiar pañales, bañar niños o coser calcetines (si hay que hacerlo, se hace), sino de luchar por ser mejores personas y saberlo transmitir a nuestros hijos. Que sientan que lo más importante de nuestra vida son ellos, y que se lo demostremos.

 

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