Harry Potter ¿recomendable?
Por: Gabriel Sotres |
El estreno de la primera película sobre Harry Potter así como la abundancia de varitas mágicas y otros muchos artefactos semejantes que han aparecido entre los regalos navideños fueron ocasión de una nueva ola de controversias y discusiones sobre las obras de J.K. Rowling. La prensa católica publicó recientemente un número significativo de artículos entre los que se encontraban tanto aguerridas defensas de los libros Potter como advertencias alarmantes de quienes ven en esta obra poco menos que el diablo hecho cuento infantil.
¿Qué decir, entonces, cuando alguien pregunta si es recomendable la lectura de esta obra? Para intentar responder a este interrogante añado un artículo más, una opinión más. No pretendo resolver la insoluble polémica. Simplemente ofrezco un parecer que tal vez pueda ser útil para quienes tengan el deber de guiar la educación de niños y adolescentes.
Para llegar a un juicio equilibrado considero que hace falta una triple distinción: el libro en sí, el así llamado Fenómeno Potter, y los lectores.
1. La obra
Algunas anotaciones sobre el fondo
Los libros de Rowling presentan un mundo mágico paralelo al mundo real, completo con su historia, literatura, gobierno, comercio, moneda, escuelas. Harry Potter descubre que pertenece a este mundo de la brujería y se ve rescatado de la vida monótona que llevaba en casa de sus tíos, personajes insoportables opuestos a cualquier cosa que tenga la mínima relación con la magia. Tal como se presenta, el mundo mágico es mejor, más agradable, lleno de aventura y sentido. Con habilidad Rowling crea en el lector simpatía por Harry, un adolescente simpático, noble y atrevido y, por tanto, también por su mundo de brujos, brujas, hechizos y criaturas mágicas.
Una aguerrida lucha entre el bien y el mal (representado por la magia negra) sirve de estructura para todo el relato. Entre líneas se descubre una trama semejante a la del Señor de los anillos de J.R.R. Tolkien. Tanto Harry como Frodo se encuentran implicados en una aventura que el destino les ha preparado. Ambos han sido misteriosamente escogidos, sin ser consultados, para protagonizar un combate contra un personaje oscuro que brama por el poder. Ambos cuentan con la compañía de una alta figura moral que los acompaña a modo de protector paterno (Dumbledore, Gandalf), y enfrentan a enemigos varios que buscan eliminarlos. En una y otra obra aparecen personajes malvados dotados de oscuros poderes. Ciertamente el paralelo no se puede extender demasiado pues se trata de obras de diverso género: la de Tolkien se desarrolla como un relato legendario de tipo épico; la de Rowling como una aventura en una escuela de magia. Y notablemente diverso es también su valor literario. Pero al hacer un juicio valorativo el paralelo puede ser útil.
En los libros de Rowling Dios y la religión están complemente ausentes. Quedan sólo algunos restos en el calendario escolar: vacaciones de Navidad y Pascua. En una sola ocasión aparece la palabra orando (Apraying, vol. IV pág. 309) pero más con el sentido de un intenso deseo que de una auténtica oración. Por otro lado está también completamente ausente cualquier intento de explicación de los poderes mágicos. Simplemente se trata de habilidades que las personas heredan o descubren en sí. Y no hay mención alguna del demonio. La magia negra es tal por la maldad de quien la usa, por la avidez de poder, por el desprecio de los demás.
En la obra de Rowling se dibuja también, aquí y allá, el valor de la familia. Los padres de Harry, asesinados por no querer unirse a la causa del mal, permanecen como fuente de inspiración y en cierto sentido como protectores invisibles de Harry.
Hay por tanto valores y antivalores presentados de modo que resalta el bien sobre el mal. Encontramos también algunas virtudes humanas en los diversos personajes, sobre todo en Dumbledore, director de la escuela, así como en Harry y en algunos de los otros alumnos. Se subraya el tema de la amistad y la camaradería escolar. Cierto es que Harry y sus amigos se permiten mentiras en no pocas ocasiones, pero siempre con la candidez propia de quien está intentando cubrir sus travesuras.
La forma
La obra de Rowling es una expresión literaria de nuestra contemporánea cultura de la imagen. Las descripciones son concisas y eficaces: con pocos rasgos la autora lograr crear en la imaginación del lector un cuadro preciso de los lugares y de los personajes. Utiliza un vocabulario rico que difícilmente se puede considerar infantil (de hecho resulta útil un diccionario y una libreta de vocabulario). Los diálogos son ágiles y expresivos. Es un libro que se lee con agrado.
La compleja trama está cuidadosamente pensada en todos sus detalles de tal modo que los primeros cuatro volúmenes forman una unidad compacta. No pocos hechos referidos en el primer volumen encuentran su explicación en el cuarto. El suspenso es permanente. La trama tiene frecuentes cambios inesperados hasta llegar a desenlaces logrados. Sin duda que el lector adulto disfruta el desarrollo de la aventura, tal vez excesivamente compleja para niños de corta edad.
Uno de los mayores logros de la obra es la definición progresiva de los diversos personajes, así como la aguda penetración y la hábil descripción de la psicología de los niños y adolescentes en un contexto escolar: amistades, reacciones, sentimientos, caprichos, ideas ingenuas, peleas, aburrición en las clases, miedo ante los exámenes, etc. También están descritas con habilidad las posturas que cada uno de los personajes va tomando frente al bien y el mal. Esta nota de realismo humano logra que el mundo mágico descrito parezca más verosímil.
Así, desde un punto de vista literario, considero que se puede hacer un balance positivo. No poco se puede aprender de la técnica de descripción y narración al estudiar con detalle la obra de Rowling.
2. El fenómeno Potter
En nuestro mundo globalizado el libro Potter se ha convertido en el fenómeno Potter. Al millar de páginas se añaden los sitios de Internet, la película, los juguetes, tal vez los videojuegos. Y así la obra literaria se convierte en algo más amplio. La imaginación individual del lector encuentra apoyo y extensión en todos estos medios adicionales. De este modo el camino de la identificación e imitación de los personajes literarios se hace más real e inmediata.
Al introducir el nombre de Harry Potter en un buscador de Internet aparecen centenares de sitios de muy diversos géneros (Harry Potter Gallery, Harry Potter Net, Harry Potter Fans, Harry Potter Theme Park, Harry Potter Lexicon, Harry Potter Games, Spells and hexes, etc.).Además, con un poco de navegación no es difícil llegar a sitios de magia e incluso de magia negra. Todo tipo de ofertas, productos, libros, clubes, están fácilmente a la mano.
Por tanto a la valoración moral y literaria de la obra se debe añadir un juicio más circunstanciado y más precavido sobre el fenómeno que lo circunda y amplifica.
3. Los lectores
¿Será Harry Potter una invitación para que los lectores se introduzcan en el mundo de la magia? Es ésta la pregunta que inquieta a muchos de los críticos.
Considero que no se puede dar una respuesta única. Todo depende de quién sea el lector. Ciertamente al leer las aventuras de Potter un adulto cualquiera no sentirá tentación alguna de ir a comprar un libro de hechizos. Si tiene acceso al Internet, tal vez llegue con facilidad a sitios de magia, pero aquí la culpa no será tanto del libro cuanto del Internet. El libro habrá ofrecido la ocasión para ir a parar en esos lugares de la red informática.
Niños y adolescentes que tengan una buena formación catequética y practiquen su fe con sinceridad sentirán quizá simpatía por Harry, y se identificarán con su aventura en contra de las fuerzas del mal. Tal vez incluso quieran jugar con una escoba voladora, o intentar una poción mágica. Pero no sería muy diverso del chico que se pone una capa para jugar a Superman o compra un juguete de la Guerra de las galaxias. En este sentido los padres de familia deberían tener cuidado al escoger juegos o juguetes relacionados con temas mágicos, y sin duda deberían supervisar el acceso a sitios de Internet relacionados con la brujería o simplemente con Harry Potter.
Una lectura de este género aleja a los niños y adolescentes de la realidad y los introduce en un mundo de imaginación, pero esto se puede afirmar de cualquier libro de fantasía.
Mayor será la duda que surja cuando el lector sea un niño o adolescente con escasa formación religiosa, con acceso libre al Internet, y sin una suficiente supervisión por parte de sus padres o educadores. En estos casi sí podría ser más fácil que los libros de Rowling sean ocasión (y no tanto causa) para entrar por el resbaladizo camino del interés por la magia y el oculto. Es éste el temor que con tonos alarmantes expresan algunos críticos e incluso algunos clérigos que tienen profundo conocimiento del mundo de la brujería y del satanismo.
Conclusión
La brujería nunca es moralmente aceptable. Pero leer un libro sobre la magia podría serlo. No consideramos inmoral una obra sobre el narcotráfico, o una película sobre un asesinato. Si fuera inmoral la lectura sobre conspiraciones, crímenes o sobre hechizos y hadas, tendríamos que recortar considerablemente la lista de libros de ficción moralmente aceptables. Habría que dejar fuera, entre otras muchas, las obras de Conan Doyle, de Agatha Christi, los cuentos de C.S. Lewis, los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen, así como una buena parte de los relatos infantiles.
Más bien es necesario considerar el efecto que las lecturas tienen en el lector. Por eso, por poner un ejemplo, las descripciones o relatos sensuales u obscenos son siempre inconvenientes pues el lector necesariamente queda afectado.
¿Resulta inconveniente desde el punto de vista moral leer las aventuras del joven brujo Harry Potter? ¿No se trata, más bien, de un cuento bien logrado que tiene este mundo mágico como contexto sin que sea ocasión de apreciar o introducirse en el mundo de la brujería?
La pregunta tendrá que responderse caso por caso, considerando las condiciones específicas de cada lector.
No es ciertamente una obra de catequesis, ni un cuento cristiano. Pero, según mi parecer, tampoco es una obra que se ha de considerar simplemente reprobable.
Por otro lado, hace falta tomar una postura realista. Por más que se argumente, son ya millones los lectores. El Fenómeno Potter está destinado a resurgir periódicamente cada vez que aparezca un nuevo volumen o una nueva película. Quien ha leído ya los cuatro primeros libros, difícilmente se privará de los siguientes. Habría que dudar seriamente de la eficacia de las advertencias que circulan. Uno de los articulistas católicos que ha escrito sobre Potter decía, con agrado, que finalmente había encontrado una obra capaz de hacer que sus hijos prefiriesen la lectura a los videojuegos o a la televisión, alternativas tal vez peores desde muchos puntos de vista, incluido el moral.
En breve, considero que la tarea de los padres de familia y de los educadores no será tanto lanzar anatemas ni hacer lo imposible por evitar la lectura de estos libros sino, más bien, guiarla e incluso aprovecharla para formar rectamente la conciencia de los jóvenes lectores.
Una lectura supervisada puede ser ocasión para explicar por qué la magia y la brujería no son aceptables moralmente.
Y queda siempre en pie la advertencia sobre aquellos otros medios, como el Internet, que pueden convertir los libros de Rowling en ocasión para introducirse en el peligroso mundo de la magia y de la brujería.
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