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La cultura de la tolerancia
La tolerancia tiene un correlativo en el lenguaje cristiano, el diálogo


Por: Cardenal Paul Poupard | Fuente: Pontificia Universidad Católica de Valparaíso



Un vocablo se escucha con cierta frecuencia en nuestras plazas, el concepto de tolerancia. Tolerancia política, religiosa, económica, sexual, etc.. Este término que ha sido tan exaltado hasta el cansancio, como expresión de una sociedad adulta, cosmopolita y globalizada, ofrece una muestra de lo que la mentalidad dominante propone como modelo cultural:

De una parte lo que realmente describe la tolerancia actual, no es el respeto dialogante o la veneración profunda por la dignidad personal del otro, tampoco es la escucha, la valoración, el intercambio mutuo, la asimilación y contrapropuesta de un diálogo, sino más bien la indiferencia desenfadada del otro. El desprecio pasivo de cualquier verdad que trascienda el campo de lo subjetivo, en una palabra: la desilusión viviente del sueño de la objetividad. La respuesta vital de cada ser humano no puede ser compartida como verdadero tesoro de la persona, “si usted dice que encontró serenidad en el budismo, es porque cada uno elige el tótem al cual se quiere alienar” “lo que usted ha encontrado a mí no me ayuda, mi mundo está absolutamente separado del suyo”.

De otra parte lo que conlleva y busca ideológicamente la tolerancia posmodernista es la disolución de una forma comunional de relaciones, produciendo individuos que forman una masa amorfa sin certezas y por lo tanto sin proyecto cultural trascendente e histórico.

Somos observadores de una tragedia suicida, el hombre contemporáneo busca la compañía, porque ha intuido que el otro no es el infierno de Sartre. Pero se ve imposibilitado de salir al encuentro del otro, precisamente por la sobre-estima de su interioridad, el absoluto de una individualidad hermética, que considera irreformable, impidiéndole así ver en la alteridad con el otro el signo de una complementariedad.

El otro permanece en el campo de lo “soportable”, de lo “tolerable” precisamente cuando refleja las expectativas ideales, previstas y proyectadas de la subjetividad de mi yo. Tolerancia, no es sino la lubricación de millones de esferas de cristal, que a fin de no quebrarse, aprenden a deslizarse entre ellas en el río de la vida, pero sin comunicar y abrir su interioridad a la alteridad. La obediencia y la autoridad, que sustentan todo desarrollo humano sano a nivel personal y social vienen privadas de su fuerza, la confianza en el otro. No es de extrañarse que las primeras manifestaciones de la fragilidad antropológica se perciban precisamente en la actual crisis de las instituciones, prevista hace 93 años por el Papa San Pío X.

Como es posible constatar, esta noción de tolerancia, da por descontado, el papel amenazador y aniquilante de la autoridad. La tolerancia no sólo encapsula la interioridad, sino que la atrofia, eliminando cualquier rastro de alteridad y objetividad en el otro. La confianza, se eleva por ello, como el sueño guajiro de toda relación humana.

El conflicto antropológico de la autoridad, que la psicología freudiana describe en parte en el complejo de Edipo, describe con paroxismo el enfrentamiento sanguinario, entre el hijo y el padre. cierto que el contexto griego es el concepto de moria o destino el que viene desarrollado, en la famosa tragedia de Sófocles. Sin querer entrar en el discurso de crítica literaria, me permito presentar la interpretación que describe la suerte de un hombre, que por ignorancia mata la autoridad. Destruyendo su origen, su memoria, su identidad. Aparentemente, Edipo gana la herencia que le toca por destino; desgraciadamente, esta victoria no es sino el comienzo unas relaciones de monstruosas, deformes, ciegas.

Entonces, ¿qué diremos? ¿Que la tolerancia es realmente nefasta? Tal afirmación es igualmente letal. La tolerancia posmoderna posee sin saber, la preciosa intuición del corazón del hombre: no resistir al otro genera paz. La tolerancia tiene un correlativo en el lenguaje cristiano, el diálogo. El diálogo supone conflicto, no evasión, conflicto. Una lucha, pero no al modo marxista de contraposición clasista de destrucción de la alteridad, o al modo neoliberal reinante de la masificar sujetos intercambiables cual piezas de engranaje; donde la utopía colectiva a dejado lugar a la angustia burguesa de la sobra vivencia tolerante del desinterés comunitario.

Detrás del concepto de tolerancia ¿No se podría percibir de alguna manera el rechazo a la uniformidad “te tolero a fin de permanecer yo mismo”? ¿Qué busca el hombre al relativizar las distinciones entre sus semejantes? ¿La irrepetibilidad de la persona humana encuentra un espacio en la propuesta que hacemos del Evangelio en las formas pastorales y culturales concretas que realizamos? ¿La tolerancia que buscamos más parece fusión sincretista que diálogo?

 

 

CONFERENCIA INAUGURAL DEL
EMMO. Y RVMO. SR. CARDENAL Paul Poupard
Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura

La misión de los Centros Culturales Católicos, un servicio al Evangelio
que refuerza la identidad católica


Encuentro de Responsables de Centros Culturales Católicos del Cono Sur

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO
17 DE SEPTIEMBRE DE 2003

 



 

 







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