Autenticidad, integridad e historicidad de los Evangelios
Por: Congregación para el Clero | Fuente: www.clerus.org
Existen numerosos documentos de valor excepcional para probar la existencia histórica de Jesucristo:
I. Fuentes paganas
En primer lugar están fuentes paganas, tales como:
1. Cornelio Tácito, historiador latino, que dedicó a Jesús una página en sus "Anales" (116 DC.). Escribe en el libro XV, 44:
2. "El fundador de esta secta ("cristianos") de nombre Cristo, fue condenado a muerte por el Procurador Poncio Pilato bajo el imperio de Tiberio. Reprimida de momento esta superstición nociva, brotó de nuevo no sólo en Judea, punto de origen de tal calamidad, sino en la misma Roma donde convergen y hallan buena acogida las cosas más groseras y vergonzosas."
3. Suetonio, en su obra "Vida de Claudio" en el 120 d.c. dice que este emperador "expulsó de Roma a los judíos en continua agitación a causa de Cretos (Cristo)."
4. Hacia el 112, Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, en una carta a Trajano escribe que los cristianos "tienen por costumbre reunirse un día determinado, al amanecer, para alabar a Cristo a quien consideran su Dios."
II. Fuentes judías
Las fuentes judías son escasas por la vasta conjura de silencio y de desprestigio calumnioso a la figura de Jesús; aunque nunca ponen en duda su realidad histórica. El único autor que presenta a Jesús es Flavio Josefo, historiador judío que escribe: "Apareció en este tiempo un hombre prudente llamado Jesús, si es que se le puede llamar hombre. Porque realizó obras maravillosas y se hizo maestro de los hombres que reciben con alegría la verdad." "Antigüedades Judías", XVIII.
III. Fuentes cristianas
Las fuentes cristianas para conocer la vida y doctrina de Jesús son:
a) Las Cartas de los Apóstoles, especialmente San Pablo, que aluden con frecuencia a Jesús.
b) Los Cuatro Evangelios.
EVANGELIO, del griego "evaggelíon", significa "buena nueva". Es el anuncio del Mesías y su Reino (Mt. 4, 23: Mc. 1, 14).
Al multiplicarse las comunidades cristianas se hizo necesario escribir lo que los Apóstoles enseñaban oralmente. De las colecciones de hechos y dichos del Señor, la Iglesia eligió y aprobó Cuatro Evangelios.
Autenticidad, Integridad, Historicidad
Analizaremos tres cuestiones básicas sobre los cuatro Evangelios: Autenticidad, Integridad, Historicidad
Autenticidad
Un documento es auténtico o genuino si fue escrito por la persona a quien se le atribuye. Sabemos que los autores de los evangelios son Mateo, Marcos, Lucas y Juan porque existen cerca de 4000 códices griegos y traducciones latinas, coptas y siríacas de los siglos IV al IX que atestiguan esto. Además están los testimonios de algunos escritores y Padres de la Iglesia que pudieron informarse de los autores de los Evangelios.
Entre ellos están:
Papías, obispo de Hierápolis de Frigia, quien hacia el 125 nos atestigua a través de "Juan el Presbítero", discípulo de Juan Evangelista que: Marcos era intérprete de Pedro; y que Mateo, discípulo del Señor, escribió en arameo sobre las cosas hechas y dichas por Jesús. Este testimonio lo recogió más tarde el historiador Eusebio de Cesarea.
San Ireneo (170), obispo de Lión (Galias), discípulo de Policarpo, a su vez, discípulo de Juan el Evangelista nos dice que: Mateo escribe cuando Pedro y Pablo evangelizaban Roma, hacia el 50, en lengua hebrea; Marcos transmite la predicación de Pedro, hacia el 65; Lucas, colaborador de Pablo, escribe el evangelio enseñado por éste a los gentiles entre los años 67 y 70; Juan escribe en Efeso hacia fines del siglo primero.
Clemente Alejandrino, hacia el 200, habla de los cuatro evangelios y conoce una tradición sobre ellos.
Orígenes (185-255), en Egipto, nombra a los cuatro evangelistas y el orden en que escribieron.
Tertuliano, en Africa, afirma que los cuatro evangelistas tienen la misma autoridad (160- 223).
El examen interno de los Evangelios amplían estos datos y nos dan como fecha de composición de los Sinópticos el año 70 aproximadamente; y Juan hacia finales del siglo I.
Lugar de composición de los cuatro Evangelios:
Mateo: Palestina
Marcos: Roma
Lucas: Roma
Juan: Efeso
El enorme número de códices y el breve período que separa la composición de los evangelios de las primeras referencias a sus autores coloca la autenticidad evangélica en una situación privilegiada respecto a la historiografía antigua. Ejemplos:
- Evangelios Sinópticos, Papías 55 años después
- Herodoto Aristóteles 100 años después
- Cicerón 800 años después
- Tucídides Cicerón 300 años después
- "Comentarios" de Julio César Plutarco 159 años después
- "Anales" de Tácito Suetonio 200 años después
Integridad
La integridad de los Evangelios está firmemente probada y también está en ventaja respecto a la de algunos autores de la antigüedad clásica. Los códices completos antiguos, el Vaticano y el Sinaítico (s. IV), distinto del texto original solo 300 años. Existen además otros 4000 de los siglos IV y IX sin contar los descubrimientos recientes. Si comparamos estos datos con el hecho de que entre la redacción de Sófocles, Esquilo, Aristófanes, Tucídides y el primer códice que existe de ellos transcurren 1400 años, veremos que de ningún texto de la antigüedad clásica estamos tan seguros de poseer una copia conforme al original como de los Evangelios. A pesar de las variantes que hay en los Evangelios, su integridad está asegurada porque tales variantes nunca tocan la parte esencial.
Respecto a las fuentes de los Evangelistas podemos afirmar lo siguiente:
Mateo: discípulo de Jesús, su fuente principal es su experiencia personal, el contacto con el Maestro.
Marcos: discípulo de Pedro, transmite los hechos y dichos de Pedro con particular vivacidad y precisión, aunque también se apoya en la tradición de la iglesia primitiva.
Lucas: compañero de Pablo, investiga con cuidado las fuentes preexistentes a su narración, especialmente lo que se refiere a la infancia de Jesús.
Juan: discípulo de Jesús, elabora un evangelio muy espiritual basado en la meditación profunda de sus experiencias al lado del Maestro.
Historicidad
La respuesta al problema de la historicidad de los Evangelios depende de la posibilidad de demostrar que los evangelistas conocían los hechos que narran y que los refieren con fidelidad, sin alteraciones. Esto se demuestra por la circunstancia que los evangelistas conocían bien los hechos que escribieron, sobre todo los milagros y discursos de Jesús, tan sorprendentes e insólitos que era fácil retenerlos en la memoria. La veracidad de los evangelistas también está garantizada porque no tenían motivos para mentir y lo único que consiguieron fue la deshonra y la persecución y el martirio.
Además, escribieron cuando todavía vivían muchos testigos oculares que habían visto y oído a Jesús y que los hubieran desmentido en caso de que ellos hubieran cambiado los hechos.
Los evangelistas narraron la vida y doctrina de Jesús buscando proporcionar a los fieles materia de devoción, alimentar su piedad e inducirlos a amar al Redentor. A diferencia del hagiógrafo ordinario que encontrándose con hombres imperfectos busca contribuir a su edificación ocultando los defectos y exagerando las cualidades, los evangelistas tratan de un hombre en el que ven al Hijo de Dios. Esta convicción hace que Jesús sea para ellos el hombre perfecto y tratan de describirlo lo más exactamente posible. Esto explica por qué no tuvieron escrúpulo en señalar en la vida del Maestro algunos episodios que eran comprometedores para la dignidad de su persona, pero ellos estaban convencidos que en la vida de Jesús todo tenía significado.
Jesús no es una figura idealizada como los grandes héroes y fundadores de religiones como Buda, Mahoma, Alejandro Magno, Napoleón, etc. Se le describe tal como fue, con sus debilidades, las ignominias que padeció. Su Encarnación, Nacimiento, Pasión, Resurrección y Ascensión están narrados con sobriedad y fidelidad.
Cristo es además absolutamente original. El fue el único fundador en la historia de las religiones que se presentó a la humanidad como Dios y como hombre al mismo tiempo, como persona en la que subsistían dos naturalezas, una divina y otra humana. Este concepto nunca podría haber sido creación ni idealización ni de los judíos ni de los paganos. Podemos así concluir con certeza que los evangelios son los libros más históricos de la antigüedad cuyo valor sellaron con su sangre sus autores.