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Conflictos de conciencia y planificación familiar
El principio del “mayor bien posible” es una forma elegante de presentar el principio del “mal menor”


Por: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E. | Fuente: catholic.net



Estimado P. Miguel Ángel:

¿En materia de moral conyugal, es correcto el uso de métodos artificiales de anticoncepción, cuando existe una situación de conflicto de deber?

Esta situación podría darse en el caso de unos esposos que estén convencidos de la verdad de la doctrina expuesta por la Humanae Vitae, pero que estén viviendo una situación conflictiva, en la que no pueden realizar todos los valores implicados en la situación.

Supongamos, por ejemplo, que una pareja no está junta más que los días en que la mujer es fértil, que tienen buenas razones para controlar la natalidad, no fundadas en egoísmo de ningún tipo y que no creen oportuno interrumpir su vida sexual.

Esta pareja está en una situación conflictiva, porque si utiliza métodos naturales y ejercita la sexualidad, no controlará la natalidad.

Si no quisiera esta solución y tratara de ejercitar la sexualidad controlando la natalidad, no tendría más remedio que utilizar métodos artificiales.

Si esta solución tampoco le parece y quiere utilizar métodos naturales y controlar la natalidad, entonces no tendría más remedio que abstenerse de la sexualidad.

Es decir, cualquiera que sea la decisión que tome, siempre deja un valor sin realizar. Por eso, se llama situación conflictiva. Si no puede llegar a hacer el bien total, hay que hacer el mayor bien posible. ¿Cuál es el mayor bien posible? Esto ha de determinarlo la pareja en cuestión. Pero puede ser la segunda solución.

Creo que no es lo mismo decir, "mal menor que mayor bien posible" ¿Es correcta esta afirmación?


Estimado:

Entiendo en tu pregunta que crees que los esposos pueden recurrir lícitamente a los medios anticonceptivos cuando se hallan ante un conflicto de deberes: la obligación de controlar la natalidad y la imposibilidad de hacerlo según los métodos naturales.

La situación que planteas, que postula un “conflicto de deberes” no puede aplicarse al caso conyugal presentado.

Sólo puede plantearse un auténtico conflicto de deberes (es decir, la alternativa ante dos situaciones a las que una persona está igualmente “obligado”) cuando las dos obligaciones en oposición son buenas en sí; el mal, en tal caso, provendría de “dejar de cumplir una” y por tanto, de una “omisión”.

Así, en el ejemplo clásico, la persona que se ve exigida por el precepto de asistir a la Misa dominical y el precepto de la caridad que le manda cuidar un enfermo o quedarse con una persona que amenaza con hacer una locura.

No existe ningún “conflicto de deberes” cuando uno de los dos casos (o los dos) es una acción pecaminosa.

En efecto, nadie está “obligado” a realizar un pecado. Si una de las alternativas es un pecado, estamos obligados a hacer la otra; y si las dos son pecado, estamos obligados a no hacer ninguna: antes no hacer nada que cometer un pecado.

En el caso planteado, es evidente que hay situaciones familiares en que es necesario controlar la natalidad. Pero si la única alternativa para hacerlo fuese una acción anticonyugal o anticonceptiva, entonces cesaría la obligación de controlar la natalidad.

El principio del “mayor bien posible” es una forma elegante de presentar el principio del “mal menor”: vale lo mismo decir que queremos el 70 por ciento de un pastel, como decir que renunciamos al 30 por ciento del mismo. Ahora bien, sobre este principio hay que decir:

a) Es un principio restringido a un campo particular del obrar humano: el que versa sobre los actos indiferentes y sobre los males puramente físicos (por ejemplo, el obrero que queda con una mano atrapada en un derrumbe y debe elegir entre cortarse la mano o perder la mano y la vida).

b) No vale nunca cuando una de las alternativas es un acto intrínsecamente malo, es decir, un pecado formal. No se aplica, pues, al caso en que haya que elegir entre dos pecados (tomar anticonceptivos o abortar) ya que no se puede elegir ninguno de los dos; o entre un pecado y un mal puramente físico (usar preservativos o tolerar que el marido abandone a su mujer). Porque ante el mal moral rige un principio anterior y superior: “hay que hacer el bien y evitar el mal”, y sobre los primeros principios no caben excepciones. Jamás se puede elegir el mal moral, por más que sea el menor de dos males morales: aquello que es inmoral por su objeto, no se hace bueno porque exista la posibilidad de que sucedan males peores, y mientras siga siendo malo jamás podrá ser objeto de elección de un acto bueno y lícito (cf. Humanae vitae, 14).




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