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Realidad de la mujer en Honduras
En Honduras constituye un signo positivo de la Cultura de Vida, contar con una legislación que en todos los campos respeta la vida humana desde el momento de su concepción


Por: Gracia Zúñiga de Villeda | Fuente: Gracia Zúñiga de Villeda



Luces y sombras sobre su participación en la vida social y en la Iglesia

Iniciamos el III milenio con una realidad que muestra que en Honduras y en los países de la región centroamericana, jurídicamente se han abierto todos los campos para la participación e incorporación activa de la mujer en la vida social.

La suscripción de convenios y tratados internacionales que favorecen una legislación pro mujer y la emisión de una legislación interna que busca objetivos de equidad son bienes que han abierto ventanas en el mundo de la mujer.

No obstante, no se puede ignorar que esa apertura favorable a la integración de la mujer, no ha sido el único objetivo de esa corriente que desde foros internacionales ha buscado cambios sociales, ya que ha sido también objetivo de los mismos, favorecer una ideología de “Género “ que distorsiona la realidad social y que en estos últimos años se ha convertido en elemento dañino y perjudicial de la estructura social intentando socializar una mentalidad a favor de los derechos de homosexuales y lesbianas.

En consecuencia, a la par de signos altamente positivo que hablan del deseo y de una actitud cada vez más proclive al proceso de integración de la mujer en la vida pública y social, también se irrumpe y se intenta favorecer el reconocimiento de derechos nocivos como el derecho al aborto, el derecho al matrimonio de lesbianas y homosexuales y el derecho a su capacidad de procrear artificialmente que son muestras de una cultura de muerte.

En Honduras constituye un signo positivo de la Cultura de Vida, contar con una legislación que en todos los campos respeta la vida humana desde el momento de su concepción, pese al constante intento de grupos femeninos de extrema que reciben apoyo internacional, para cambiar esta realidad.

Otro signo positivo lo es, el libre acceso de la mujer a la educación en todos los niveles y el protagonismo que ha alcanzado en el nivel universitario, en el que supera numéricamente al hombre y destaca por su sentido de responsabilidad y por el liderazgo que tiene en el campo del saber.

Positivo resulta el hecho de que desde el año 1956 en que se reconoce el derecho al sufragio de la mujer, Honduras ha sido país pionero en el campo de su participación política como valerosa activista y en los últimos años por su creciente liderazgo al acceder a cargos de elección popular.

En al actualidad el gobierno hondureño cuenta con 6 mujeres miembros del Consejo de Ministros 8 Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, incluida su Presidenta, y 58 mujeres diputadas integrando el Poder Judicial en cuya Directiva hay 5 mujeres 2 de ellas en Vicepresidencias y además presiden en este órgano legislativo nacional, 16 comisiones de estudio. Estas son algunas muestras concretas de la apertura progresiva y creciente a su participación.

En el mundo de la Economía, el comercio, la banca y el sector empresarial la participación femenina es cada vez mayor y en estos campos destaca por sus dotes como administradora y gestora de fondos.
En la actualidad el Ministerio de Economía, el de Finanzas y Crédito Público, y la Presidencia del Banco Central de Honduras están en manos femeninas.

Otro sector en el que ha incursionado y destaca es en el mundo de la comunicación, en el que por su facilidad nata para expresarse y comunicar ha hecho posible que muchas mujeres periodistas muestren su protagonismo por ser excelentes analistas y acuciosas observadoras de la gestión pública y la realidad nacional.

Pero pese a ese proceso de creciente incorporación hay un sector importante de mujeres que por su condición de ignorancia e indigencia permanecen al margen de la realidad social y son presa fácil de ambiguas ideologías de género que se difunden en el país.


Del sector de mujeres que están participando y trabajan, falta ver frutos, ver que ese protagonismo que han alcanzado se plasme en un estilo de “ser y hacer” que impregne la política y la acción de gobierno de más trabajo y menos demagogia.

Falta igualmente que en la práctica, la misma mujer, exija una valoración de su trabajo y procure mayor justicia para todas las mujeres. .

La mujer está llamada a llevar a la sociedad algo que le es propio, su amor por lo concreto, su capacidad para percibir la realidad de forma directa, por lo que su acción debe enfocarse al servicio e impregnar de humanismo toda su gestión, ya que constituye un peligro que enfrenta la mujer en el ejercicio de la función pública o cuando es titular de cargos de gobierno, de “masculinizarse” y dejar de lado la oportunidad de ayudar a solventar necesidades con un estilo propio.

Esta mujer debe ser cauce para favorecer una legislación encaminada a reivindicar derechos que todavía le están conculcados y a que se reconozca y valore su trabajo y su aporte en el mundo de la familia.

Juan Pablo II expresó en su carta ante la IV Conferencia Internacional de la Mujer realizada en Pekín, que la sociedad tiene un débito con la mujer por su maternidad que ésta debe reivindicar y sin embargo esta es una acción que todavía no se ha realizado.

En consecuencia, falta promover una legislación más flexible que haga factible la atención al trabajo del hogar cuando hay hijos menores o exigir el diseño de políticas familiares que favorezcan desde la acción gubernamental la vida familiar.

La rica antropología que nos legó Juan Pablo II es una asignatura que se desconoce y que urge difundir en el mundo para que la misma mujer, descubra quién es y cuál es su misión para que su protagonismo busque en todo momento, el bien y la verdad, que debe ser el compromiso de todo cristiano en sociedad.

La mujer desde el poder debe favorecer el trabajo de otras mujeres, dignificando las condiciones en que se realiza el mismo, debe contrarrestar todas las formas de deterioro moral que la afectan, debe buscar que se evite su explotación o el desconocimiento de sus derechos y sanear, por ejemplo, el trabajo que mujeres jóvenes realizan en las maquilas o empresas de producción en masa que irrespetan su condición de mujer con programas de esterilización temporal encubiertos como programas de vacunación.

Trabajar por desterrar la sistemática promoción del trabajo femenino en la “industria del entretenimiento” en la que la instrumentalizan convirtiéndola en un simple objeto de atracción y venta de placer ignorando y desconociendo su valor y su riqueza personal.

La cultura de la muerte

Un hecho significativo que ha influido durante los últimos 30 años, como acción de una Cultura de Muerte, es la forma en que se promociona la participación de la mujer, con un constante y reiterado enfoque de promover su realización, siempre y sólo al margen del ámbito familiar, saliendo y alejándose del mismo y generando en consecuencia, un profundo desprecio a la vida de familia y la maternidad, que se entienden como elementos que obstaculizan su desarrollo personal.

Desde 1974 año en el que se realizó la I Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en Bucarest, en la que se afirmó que “el bajo status de la mujer en el mundo se debía a su dedicación mayoritaria a la vida familiar” se lanzó desde ese foro, de las Naciones Unidas, una estrategia destructiva que ha alejado a la mujer de la familia porque se ha intentando demostrar que la maternidad inhibe y obstaculiza su posibilidad de participar en la vida social.

Ese mensaje y esa mentalidad cada vez cala con más intensidad en el alma y en el espíritu de la mujer joven que en su deseo de “empoderarse” ve con recelo plantearse una vida familiar por temor a que la misma se constituya en obstáculo para su crecimiento y realización personal.

Otro objetivo igualmente plasmado en esa Conferencia Internacional que también ha involucrado y dañado la dignidad de la mujer, fue el de “favorecer el ideal de un nivel poblacional con calidad de vida “objetivo que se debe alcanzar a costa de disminuir y regular la población.

La II Conferencia Internacional de Población y Desarrollo realizada en México y la III en 1994 en Cairo, sirvieron de marco para lanzar dos conceptos : “Planificación Familiar” en la primera y “Salud Sexual y Reproductiva” en la segunda encaminados a alcanzar ese objetivo

Desde esta nueva perspectiva se exalta el sexo prescindiendo de su natural misión de ser medio para la transmisión de vida humana, y se difunde únicamente, como instrumento de goce y de placer.
Se involucra en su promoción a la mujer, por ser portadora de la vida, siendo necesario que ella asimile este nuevo paradigma, para contar con su anuencia para llegar al desprecio de la maternidad.

¿Cómo se ha alcanzado ese objetivo de enemistar a la mujer con la maternidad?

Por dos vías:

a) La difusión de campañas publicitarias que exaltan y erotizan toda la vida social ( la música, los bailes, el cine y la televisión se muestran plagados de un sexo que se difunde como forma de diversión centrado en la figura de la mujer) y

b)El mundo de la moda que ha fabricado una imagen de la mujer como símbolo sexual a costo de acabar con su pudor e intimidad.

Esa visión de la sexualidad ha sido una hábil estrategia para difundir un concepto de “ sexo seguro ” que se introduce con la denominada “revolución sexual” de los años 60 tras el descubrimiento de la píldora anticonceptiva.

Aliados para alcanzar estos nuevos objetivos poblacionales, los movimientos de la lucha de liberación femenina, que en los últimos 30 años han planteado como la lucha decisiva: liberar a la mujer de la carga de la familia y la maternidad y darle acceso al mundo de la libertad sexual al que sólo el hombre había accedido.

Se busca que la mujer sea dueña de su capacidad reproductiva (objetivo que alcanzan mediante las campañas de difusión de anticonceptivos y del uso de la píldora del día siguiente ) y de su capacidad de decidir (campañas a favor del derecho al aborto seguro, libre y gratuito entendido como la conquista esencial de la mujer.)

¿ Cúal ha sido el influjo de esas campañas y de esos movimientos en el comportamiento de la mujer?

Un proceso de constante pérdida de valores y de descristianización de la misma.
Las tradicionales enseñanzas de la Iglesia se ridiculizan y se muestran a la mujer como una doctrina que la inhibe y le impide su participación y crecimiento personal.

En esta sociedad contemporánea del mundo de la cultura de imagen, de la publicidad y de la industria del entretenimiento, en esta sociedad del bienestar y del hedonismo, la figura de la mujer “cristiana”, de la mujer dotada e impregnada de valores cristianos no cabe, molesta.
Por ello existen campañas que, abiertamente, de forma sistemática y organizada van encaminadas a prostituir a la mujer y a desprestigiar la formación cristiana sin que se reaccione frente a las mismas.

Juan Pablo II propuso la urgencia de desarrollar una campaña de “ecología humana” para sanear el ambiente en que crece la juventud y de forma particular el mundo de la mujer, pero no ha habido eco a esa propuesta ni respuesta de ningún sector.
Esa falta de reacción ha favorecido la preeminencia de una Cultura de Muerte y muestra la urgencia de acciones que contrarresten la misma a fin de evitar un mayor deterioro social.

¿Cual es el reto y desafío que tenemos?

1. Hacer entender a toda mujer que tenemos la misión de transmitir valores cristianos en y desde la familia, conscientes de que vamos a encontrar un entorno adverso para realizar esta tarea.

El protagonismo que tenemos en la Iglesia, no es de segunda categoría, se trata de entender que nos corresponde la tarea inestimable de forjar la vida de fe de todos sus miembros y entender que la vida familiar es el ámbito idóneo para favorecer este objetivo, y que en su consecución, las mujeres somos esenciales e insustituibles.

Somos las que transmitimos la vida humana, las que alimentamos la vida de piedad de los niños, somos las que transmitimos el sentido cristiano de la vida, las que enseñamos a vivir y a divertirnos.

Si las mujeres no tenemos objetivos claros, si no pensamos, si carecemos de una formación intelectual y espiritual sólida, la vida de familia se empobrece.

Juan Pablo II nos denominó “Educadoras de la Paz” recordando que para sembrar paz, es preciso que antes encontremos equilibrio en nuestra vida interior mediante un trato intenso con Dios y el Cardenal Ratzinger, ahora Benedicto XVI, cuando presidía la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en la exhortación sobre la Colaboración del Hombre y de la Mujer en la Iglesia y la Sociedad nos invitó a construir la sociedad colaborando a la par del hombre y en armonía con él.

Esta verdad y estas enseñanzas deben conocerla todas las mujeres, pero falta también enseñar y mostrar que este objetivo no excluye la posibilidad de actuar ni participar en la vida social de nuestros pueblos.
Para alcanzar esa doble misión, la mujer necesita orden y equilibrio y para alcanzar este doble objetivo necesita orientación y apoyo.

¿Que acciones pueden favorecer un cambio positivo para formar mujeres auténticamente cristianas capaces de entender esta doble misión?

1. Difundir la antropología que nos legó Juan Pablo II en escuelas y universidades. Una tarea de revelar “el hombre al hombre” como lo expresó en su libro “Signo de Contradicción”.

2. Apertura para impulsar un trabajo intenso de formación de mujeres iniciado cuando son niñas para no llegar tarde enseñando a contrarrestar el ambiente.

3. Impulsar y desarrollar una Pastoral específica para la mujer que vive en medio del mundo, en la calle, para enseñarnos a conocer la forma en que se presentan los ataques a los valores cristianos.

4. Organizar movimientos para despertar la conciencia de la mujer joven, y desarrollar una cruzada para dignificar su imagen en sociedad.
Hablarles y mostrarles con hechos, el empobrecimiento que se ha ido produciendo en la vida social y familiar con su creciente deterioro moral.

5. Trabajar intensamente con católicos que figuran en el mundo de la moda, la música, el cine, el espectáculo y para quienes trabajan o impulsan medios de comunicación, para comprometerles en la restauración de los valores cristianos.

6. Desarrollar un plan en Pastoral juvenil, invitando a los jóvenes a ser “rebeldes con causa”, con el programa que nos legó Juan Pablo II y que ha continuado Benedicto XVI en los Encuentros Mundiales de la Juventud.

7. Más audacia y mayor exigencia al hablar a los hombres y mujeres de la necesidad de una vida coherente invitando a ser auténticos cristianos en medio del mundo.

Ser discípulo de Cristo conlleva ser consciente de que, en nuestro mundo, en nuestras calles, falta el ejemplo de vidas coherentes.

Esa es nuestra misión, nuestro reto y desafío: imitar a Jesucristo, ser cristianos con un estilo particular a la hora de trabajar, a la hora de divertirnos y profundamente solidarios con el prójimo a la hora de actuar sin ser sordos a las necesidades materiales de quienes conviven a nuestro lado.







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