Señor, si quieres, puedes curarme |
Hispanos Católicos en Estados Unidos / | Homilías Mons. Enrique Díaz |
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net |
Siempre ha habido personas que son marginadas por la sociedad. Los pretextos son muchos: la enfermedad, la diferencia de raza, la diferencia de clase o posición, la diferencia de credo, como nos lo hace notar el Papa en su declaración “Dignitas Infinita”.
Muchos pretextos sirven para hacer a un lado a quienes son hermanos nuestros. Así, además de sus carencias tienen que sufrir el desprecio y el abandono de los que son sus hermanos. En tiempos de Jesús entre estos grupos se encontraban los leprosos que no solamente tenían que soportar su enfermedad, sino que eran considerados impuros y pecadores, y se les condenaba al destierro y la marginación.
Cristo no teme acercarse a ellos. Cristo escucha súplica del leproso y lo toca para restituirlo y hacerlo parte nuevamente de la comunidad. Hoy al contemplar a Jesús, vienen a mi mente y a mi corazón dos actitudes fundamentales que debemos tener quienes nos decimos sus discípulos. La primera reconocer que somos pecadores y que necesitamos del poder del Señor para que limpie las lepras que nos han separado de su amor y de la comunidad. Todo pecado rompe la comunión.
Necesitamos sanación y sólo el Señor la puede hacer. Deberemos tener mucha fe y mucha insistencia en nuestra oración para alcanzar esta salud que el Señor nos puede dar. Pero también quisiera que tuviéramos muy en cuenta a todos los hermanos que de una u otra forma son discriminados por nuestra sociedad. El Papa reitera que no es posible separar “la fe de la defensa de la dignidad humana”. Y sostiene que la dignidad corresponde a la persona por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios y no puede ser nunca eliminada.
Igualmente, señala que todo lo que atenta contra la vida –homicidios, genocidios, aborto, eutanasia y suicidio deliberado- se opone a la dignidad humana. Tendremos que terminar con estas expresiones que no tienen nada de cristiano y hacen sufrir grandemente a los hermanos y hermanas. Son muchas las situaciones graves de agresiones y de aislamiento que podremos reconocer.
A veces pueden pasar desapercibidas porque “la costumbre”, nos lo ha hecho ver como algo normal, pero son graves pecados que carga la sociedad sobre sus espaldas. ¿A quién estamos separando de la comunidad? ¿A quién hemos rechazado o hemos hecho sentir solo y aislado? Revisemos delante de Jesús: acercarse, sanar, reintegrar.