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Las heridas en nuestro interior
Jóvenes /Para Reflexionar

Por: Fernando Morales González | Fuente: Semanario Alégrate

En diferentes ocasiones nos vemos sumergidos en una continua desconfianza que crea en nuestro interior grandes heridas, tales heridas atañen el obrar y la gracia de Dios.

Un corazón así es invadido por los miedos, es muy importante comprender que cuando un miedo ataca en una llaga abierta, sin dudarlo la corromperá haciendo que el rastro del amor de Dios se oculte. Con esto el hombre experimenta amargura y dolor que se pueden disfrazar de una falsa sonrisa, pero con gran agonía y sufrimiento, a tal grado que la persona comienza a desfallecer poco a poco sin darse cuenta. En este caso tan sólo la gracia de Dios podrá sostener el alma.

Hay momentos en los que, por querer ocultar un sufrimiento -como el que causa la desconfianza- llega a ser tan mortal, pues únicamente sufre porque el dolor la ha cegado y no quiere ver que tiene cerca la mano de Dios, dispuesto a ayudar y aliviar el gran martirio de sus hijos. Ahora bien, cuando se reconoce que hay heridas en el corazón, se reconoce que se necesita el auxilio del Señor sí o sí.

Así como una herida física se debe detectar antes de ser intervenida, así también, cuando hay una herida en el alma que aturde el corazón se ha de atender. A veces tales heridas son tan pequeñas e insignificantes que no las vemos, pero interrumpen la comunicación con Dios. Comúnmente quien las experimenta se ve aturdido en el dolor, en el llanto y en los reproches, que parece que ha quedado sordo y no escucha la voz de Dios que anhela dar el santo consuelo a su criatura.

Estas heridas son tan peligrosas porque si no se tratan serán la principal puerta por la cual el enemigo invade el alma colmándola en sí misma de miedos e inseguridades; por eso es muy importante sellar las heridas con la oración. El amor de Dios nos guiará a la docilidad en el Espíritu Santo y así evitar las tentaciones de la desconfianza. Jesús, sana mis heridas y enséñame a confiar en ti.