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Servir, no buscar ser servido
Aprende a Orar /Evangelio Ciclo A, B y C

Por: Pablo Alfonso Méndez Méndez, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, gracias por este nuevo día. Gracias porque me permites estar hoy ante ti. Que pueda yo hacer un silencio interior para escuchar lo que Tú quieres de mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?” Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. Pero Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?”. Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A todos nos gusta el poder, el ser reconocidos como los más importantes cuando se trata de ser elegidos entre los mejores. En este evangelio es la madre de los Zebedeos quien se acerca a Jesús para pedirle que sus hijos se sienten a su derecha y a su izquierda en su Reino. El deseo de una madre para sus hijos no podría ser mejor. Ante el dueño de la mayor empresa de este mundo no duda en pedirle los mejores puestos para sus hijos.

Jesucristo se da cuenta de sus intenciones y se adelanta a preguntarle «¿Qué quieres?». La madre hace su petición y Jesús responde con la frase «No saben lo que piden». Esta frase le debió de haber dolido a Jesús en lo más íntimo. “¡Tanto tiempo llevaba ya con ellos y ellos seguían esperando a un mesías mundano! ¡No habían entendido todavía el Sermón de las Bienaventuranzas y las predicaciones acerca del Reino de Dios!” No habían comprendido que «el que quiera ser grande, que se haga servidor; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo».

La fe en Jesús es algo que se debe llevar y reflejar en la vida. No podemos sólo esperar a que nos salve por habérselo pedido. Cada día tenemos que luchar por conocer a Jesús y por reconocerlo como Dios. Un Dios que le gusta estar entre los humildes y entre lo que se confían a su Providencia.

«En efecto, los cristianos ?inspirados por el lema de esta Campaña de la Fraternidad “Seréis liberados por el derecho y por la justicia” y siguiendo el ejemplo del divino Maestro que “no vino para ser servido, sino para servir”? deben buscar una participación más activa en la sociedad como forma concreta de amor al prójimo, que permita la construcción de una cultura fraterna basada en el derecho y la justicia. De hecho, como recuerda el Documento de Aparecida, “son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios”».
(Mensaje de S.S. Francisco, 11 de febrero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

El día de hoy voy a tratar de ser más servicial y ayudar a quien lo necesite.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.