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Los límites de la Psicología en la formación de las mujeres consagradas.
Religiosas /Formación

Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Germán Sánchez Griese

Los límites de la Psicología en la formación de las consagradas.

1.El interés que ha suscitado la psicología.
2.¿A qué tipo de psicología nos estamos refiriendo?
3.Los límites de la psicología en la formación.



1.El interés que ha suscitado la psicología.
No es de extrañarnos que en la actualidad numerosas formadoras, animadoras vocacionales y superioras de comunidad acudan a diversos cursos de psicología, buscando en esa ciencia, algunos medios para desempeñar con mayor eficacia la tarea que les ha confiado la Iglesia, a través de sus propias Congregaciones. Formar a la mujer consagrada, acompañarla en un camino de discernimiento vocacional o sostenerla en su apostolado requiere no sólo una buena voluntad, sino una adecuada preparación. Preparación que en muchos casos incluye un conocimiento integral del hombre.

Ha sido el Magisterio de la Iglesia, quien de alguna forma ha provocado esta toma de conciencia del aporte que las diversas ciencias sociales y humanas, pueden dar a la formación de las candidatas a la vida religiosa o a las religiosas mismas. El Decreto Perfectae Caritatis proponía la adecuada renovación de la vida religiosa a través de un mayor conocimiento del hombre: “Promuevan los Institutos entre sus miembros un conocimiento adecuado de las condiciones de los hombres y de los tiempos y de las necesidades de la Iglesia, de suerte que, juzgando prudentemente a la luz de la fe las circunstancias del mundo de hoy y abrasados de celo apostólico, puedan prestar a los hombres una ayuda más eficaz.” Y más adelante sugería las directrices que debían seguirse para la formación de las religiosas: “La formación por un fusión armónica de sus elementos ha de darse de tal suerte que contribuya a la unidad de vida de los miembros del Instituto. Los religiosos han de procurar ir perfeccionando cuidadosamente a lo largo de toda su vida esta cultura espiritual, doctrinal y técnica, y los Superiores han de hacer lo posible por proporcionarles oportunidad, ayuda y tiempo para ello.”

De estas dos citas podemos entrever la importancia que el Concilio Vaticano II dio al elemento humano, elemento primordial para la formación de una mujer consagrada. Sin éste, la gracia no puede actuar, recordando la máxima de Santo Tomás de Aquino, “la gracia presupone la naturaleza”.

La necesidad de conocer al hombre ha llevado, a lo largo de estos 40 años del período de renovación a una búsqueda de los medios más eficaces para lograr la formación integral de la religiosa. Atrás han quedado los años en los que se veía a la Psicología como una ciencia en la cual no se podía y no se debía confiar. A la misma religiosa se le pide que sea una experta en el conocimiento de las ciencias humanas, según varios documentos del Magisterio, entre los cuales se encuentra el de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedad de vida apostólica, “Orientaciones sobre la formación en los Institutos Religiosos”, que señala las características más importantes que deben tener las formadoras: “Además de un conocimiento suficiente de la doctrina católica sobre la fe y costumbres, se revela evidente la exigencia de cualidades apropiadas para aquellos que asumen responsabilidades formativas:

- Capacidad humana de intuición y de acogida;
- Experiencia madurada de Dios y de la oración; - Sabiduría que deriva de la escucha atenta y prolongada de la Palabra de Dios;
- Amor a la liturgia y comprensión de su papel en la educación espiritual y eclesial;
- Necesaria competencia cultutal:
- Disponibilidad de tiempo y de buena voluntad para consagrarse al cuidado personal de cada candidato y no solamente del grupo.

Estas y otras muchas características que debe formar en sí mismas quien tiene a sus espaldas la tarea de la formación, ha llevado a las religiosas a indagar diversos aspectos de la psicología, para conocer mejor a la mujer que debían formar, así cómo conocer el ámbito de dónde provenía y el contexto cultural en el que debía desarrollar su apostolado.

Sin embargo muchas religiosas han tomado la psicología como una solución a todos los problemas formativos, dejando a un lado los aportes de la misma espiritualidad cristiana, así como todo aquello que por la formación puede hacer el carisma de la Congregación. No se trata de caer ni en un fideísmo ciego, ni en absolutizar la ciencia psicológica, como si fuese una solución a todos los problemas formativos. Se trata de establecer la adecuada relación entre teología y psicología: “La Teología debe entenderse como la reflexión sistemática de la experiencia de la fe en el ámbito de una determinada tradición religiosa.

La psicología ha estudiado la experiencia religiosa como un factor potencial del proceso de individuación, explicando los procesos cognitivos y emotivos que permiten describirla y comprenderla.” En el término de Teología entenderemos todos los aspectos propios de esta ciencia, como pueden ser la teología espiritual, la teología de la vida consagrada, entre otras.
La Psicología por tanto, es un aporte desde el punto de vista humano, para describir y comprender, mediante la razón, la experiencia religiosa. Y la Iglesia se ha dado cuenta del aporte que pueden dar, para comprender con la razón, diversos fenómenos de la mente que afectan directamente la esfera moral de la persona. Tomemos por ejemplo el caso de las pasiones.

En el Catecismo de la Iglesia católica queda consignado que “Las pasiones son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el lugar de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu. Nuestro Señor señala al corazón del hombre como la fuente de donde brota el movimiento de las pasiones.” De aquí que una formadora deba conocer la emotividad femenina para saber cómo se pueden manejar las pasiones de frente a la vida consagrada. Estudiará en un manual de psicología cuáles son los mecanismos de las pasiones y así ayudará a la formanda a controlar mejor esos movimientos internos del corazón.
Estamos sin embargo hablando del término psicología, y aunque ya lo hemos definido, hay que aclarar que si bien la psicología tratará de dar desde la razón una explicación al fenómeno de la experiencia religiosa, existen muchas formas de interpretar y describir este fenómeno, de acuerdo al tipo de pensamiento sobre la que está basada la psicología.

2.¿A qué tipo de psicología nos estamos refiriendo?
No debe pasar desapercibido a la formadora el hecho de que existen actualmente alrededor de 120 escuelas distintas de psicología, lo que quiere decir que existen 120 formas diversas de interpretar un mismo hecho. Esto no nos causa ningún estupor si estuviéramos hablando de fenómenos de otro tipo, en los que la vida humana no viene implicada. Pues junto con estos 120 tipos de interpretaciones se dan otros 120 tipos de soluciones diversas a dichos fenómenos. Se observa un fenómeno, se da el planteamiento científico para explicarlo y después se dan las soluciones acordes con el planteamiento que se ha hecho.

Muchas de estas escuelas son parecidas entre sí, pero algunas de ellas son completamente antagónicas. Esto nos lleva a pensar, no en la falta de seriedad de la psicología, sino en lo reciente de su historia y la necesidad que tiene aún de consolidarse.
La formadora debe tomarlo en cuenta, en el momento de ayudarse de la psicología. Debe ser consciente que junto con la explicación que da un autor al problema de la falta de concentración para el trabajo intelectual, podrá encontrarse otras tantas, que explicarán el mismo fenómeno de la falta de atención, bajo diversos puntos de vista.
Y en parte se debe, a tres factores: a la juventud de la ciencia psicológica, a la concepción que se tiene del hombre y a la dificultad por analizar los fenómenos más íntimos del hombre.

No podemos establecer con exactitud la antigüedad de la psicología. Alguien ha dicho que los escritores y los poetas fueron los primeros psicólogos, al describir las pasiones y los sentimientos del hombre. Basta tomar el caso de las tragedias griegas para observar en ellas la más grande variedad de sentimientos, su descripción y el influjo que sobre el hombre tienen. Sin embargo ya como ciencia, nace hacia finales del siglo XIX y propiamente será Freud quien le dará un cauce científico. Esta juventud no está en contraposición con su seriedad, pero faltan muchos estudios en diversas áreas que comprueben científicamente lo que las teorías psicológicas sostienen. Además, muchas áreas de la psique del hombre faltan aún por ser exploradas, por lo que no podemos aplicar los descubrimientos encontrados a áreas desconocidas.

La segunda dificultad radica en la concepción del hombre sobre la que están fundadas las escuelas psicológicas. Bien sabemos que el objeto principal de la psicología es la descripción de los diversos fenómenos que aquejan al hombre. Será el hombre el sujeto de estudio de esta ciencia. ¿Qué tipo de hombre? Freud analizó el hombre enfermo , basado en la concepción del superhombre. Y otras escuelas lo han hecho, tomando una concepción muy específica del hombre. Es por tanto importante para la formadora el que conozca cuál es la concepción del hombre en el que está basada la escuela de psicología que está estudiando.

No basta tampoco con tomar la postura de ayudarse de las herramientas que propone la psicología, independientemente de la concepción del hombre. Las herramientas que puedan proporcionar diversas escuelas de psicología –interpretación de los sueños, análisis introspectivo, asociación libre de ideas, pensamientos automáticos- llevan implícitos una forma de percibir la realidad y una finalidad objetiva que trasciende a las mismas herramientas. Quien por ejemplo toma como método de formación el psicoanálisis, está interpretando la realidad de la persona y su fenómenos de acuerdo a la concepción que Froíd tenía del hombre.

Es conveniente que la formadora sepa cuál es la concepción del hombre que tiene la escuela psicológica en la que se está apoyando para llevar a cabo la formación. Conviene saber que el Magisterio de la Iglesia habla de basarse en una psicología sana. Si bien no llega a definir lo que se debe entender por sana, “probablemente da a entender que dicha psicología debe tener una visión antropológica respetuosa de la dignidad del hombre, abierta a todas las componentes del hombre, capaz de integrarse con las exigencias de diversos orden teológico, ético, moral y espiritual.” O dicho de otra forma: “la psicología debe estar abierta a otras disciplinas y a la fe; a la sensibilidad y al respeto de la dignidad del ser humano; debe evitar el absolutismo y el reductivismo interpretativo; debe estar abierta a una renovada psicopedagogía de la virtud.”

Y como tercer problema se nos presenta el que las escuelas psicológicas no se ponen de acuerdo en definir quién es el hombre, y sobre todo el hombre sano. “En efecto, mientras las ciencias humanas, como todas las ciencias experimentales, parten de un concepto empírico y estadístico de «normalidad», la fe enseña que esta normalidad lleva consigo las huellas de una caída del hombre desde su condición originaria, es decir, está afectada por el pecado. Sólo la fe cristiana enseña al hombre el camino del retorno «al principio» (cf. Mt 19, 8), un camino que con frecuencia es bien diverso del de la normalidad empírica. En este sentido, las ciencias humanas, no obstante todos los conocimientos de gran valor que ofrecen, no pueden asumir la función de indicadores decisivos de las normas morales. El Evangelio es el que revela la verdad integral sobre el hombre y sobre su camino moral y, de esta manera, instruye y amonesta a los pecadores, y les anuncia la misericordia divina, que actúa incesantemente para preservarlos tanto de la desesperación de no poder conocer y observar plenamente la ley divina, cuanto de la presunción de poderse salvar sin mérito. Además, les recuerda la alegría del perdón, sólo el cual da la fuerza para reconocer una verdad liberadora en la ley divina, una gracia de esperanza, un camino de vida.”

3.Los límites de la psicología en la formación.
“La formación de los candidatos, que tiene por fin inmediato iniciarles en la vida religiosa y hacerles tomar conciencia de su especificidad en la Iglesia, tenderá sobre todo, mediante la armoniosa fusión de sus elementos espiritual, apostólico, doctrinal y práctico, a ayudar a religiosas y religiosos a realizar su unidad de vida en Cristo por el Espíritu.”
Cuando la Iglesia pide a una formadora que siga de cerca, que acompañe a una mujer en su camino hacia la consagración, le está pidiendo que forme en ella la imagen de Cristo, siguiendo como modelo el carisma de la Congregación. Dicha formación prevé un itinerario bien definido hasta llegar al momento de la profesión perpetua. No debe olvidarse sin embargo la necesidad de continuar esta formación a lo largo de toda la vida . Pero no deja de ser desconcertante la pregunta sobre la idoneidad de la candidata. Saber si la joven tendrá las cualidades, las potencialidades para desarrollar las exigencias de la vida consagrada, de acuerdo al carisma de la Congregación.

Para ello puede avalarse de diversos medios que le brinda la psicología, pero debe ser consciente que no puede absolutizarlos, es decir, que aquellos que pueda descubrir a través de la psicología no debe tener un carácter definitivo, sino que deberán analizarse a la luz de todo el contexto de la persona. De lo contrario, podemos caer en el escollo de reducir la vocación a una serie de factores humanos, dejando a un lado la acción de la gracia y la libertad de la candidata.
La psicología en el campo del discernimiento vocacional puede aportar conocimientos sobre las motivaciones de la candidata, y sus disposiciones y aptitudes. Conociendo las motivaciones, la formadora se dará cuenta cuáles son las razones por las que la candidata o postulante quiere seguir la vida religiosa. Aquí la psicología ayuda a hacer una distinción entre lo que puede ser una motivación religiosa secundaria y lo que debe ser la motivación religiosa fundamental.

Por motivación religiosa fundamental entendemos la respuesta que la joven quiere dar a Cristo, frente a la invitación que de Él ha recibido para configurar su vida con Él. Motivación religiosa secundaria, pueden ser los deseos anexos a la motivación fundamental. Deseos de los que Dios se vale, quizás en un primer momento, para atraer hacia una Congregación, o a hacia la vida religiosa a la candidata. Pueden ser deseos de ayudar a los pobres, deseos de salvar su propia alma, deseos de hacer algo con la propia vida, deseos de satisfacer sus ansias de eternidad. Los deseos podrán ser de la más variada índole, y la formadora deberá enseñar a presentar la motivación religiosa fundamental como el elemento esencial de la vocación religiosa.

Aquí la psicología le ayudará a distinguir estos dos tipos de motivaciones y a formar en la candidata el aprecio, la estima y la lucha por la motivación religiosa fundamental.
Más específica es la ayuda de la psicología en lo que se refiere a las disposiciones y aptitudes de la candidata. Apoyada en el conocimiento multisecular de la Iglesia, la Psicología puede ser un valioso instrumento que le dará a conocer al a formadora signos o señales de algunas patologías que podrían ser de obstáculo para la vida consagrada, como por ejemplo:
-Inestabilidad en la vida, que no le permiten a la joven tomar decisiones, mantenerse constante en los trabajos encomendados, en las promesas que se han hecho.
-Imposibilidad para sintonizar con los problemas y los sentimientos de los otros.
-Acciones impulsivas o incontroladas. Dificultad para concentrarse, reflexionar o realizar trabajos en un arco de tiempo prolongado.
-Sobrevaloración de sí mismo, con deseos de grandiosidad.
-Exaltación irreal o crítica total, unilateral y frecuente de personas y situaciones.
-Comportamientos repetitivos, rituales o automáticos.
-Comportamientos que se han seguido sin el suficiente razonamiento.
-Incapacidad de expresar un juicio crítico.
-Falta de un buen cociente de inteligencia.
-Manifestación de afectos desordenados que invaden a la personalidad, sin control alguno.
-Admisión de gratificaciones desordenadas de algunos impulsos, sobre los que la candidata no tiene control.

Existen otras señales de ciertas patologías que, mediante un tratamiento adecuado, no impiden la consagración.
-No actuar por sí sólo, ser muy dependiente de los juicios de los demás.
-Mirar constantemente al pasado, sentirse inseguro de la propia identidad.
-Deformar considerablemente algunos aspectos de la realidad.
-Tener un pensamiento esquemático, poco atento a la realidad, incluyendo elementos subjetivos extraños a las situaciones en que se vive diariamente.
-Pensar que los sentimientos molestos pueden ser eliminados automáticamente.
-Buscarse gratificaciones mediante argumentos infantiles.

Hay que dejar claro que este no es un elenco completo, sino meramente indicativo, a modo de ejemplo, para ilustrar las formas en que la formadora puede ayudarse de la psicología en su trabajo de formación. No queremos decir con esto que quien presenta algunos de estos síntomas, es indicio de que no tiene vocación, si cae en el primer elenco, o que debe ir a un tratamiento psicológico, si nos referimos al segundo. Sólo indicamos la forma en que la psicología puede servir de indicador. Estos síntomas, junto con el análisis completo que la formadora haga de la candidata, tomando en cuenta otros aspectos de su personalidad como pueden ser su formación religiosa, moral, intelectual, etc., pueden ayudar a tomar diversas decisiones sobre la idoneidad de las personas para la vida consagrada.

Por último, debemos mencionar que la psicología, con las ayudas que puede dar a la formadora, permitiéndole conocer algunas reacciones del ser humanos, así como dándole herramientas para la adecuada formación de algunos aspectos básicos para la vida religiosa, no podrá sustituir el trabajo que la formadora deberá realizar como directora espiritual. Mientras que la dirección o acompañamiento espiritual es un camino en la fe en donde la formadora ayuda a la candidata a responder a la llamada de Dios, el acompañamiento psicológico verifica el aspecto motivacional, los condicionamientos y las dificultades en el plano evolutivo y dinámico de la personalidad, con instrumentos adecuados que requieren un conocimiento profesional y deontológico.
La labor de la dirección espiritual puede ayudarse de la psicología, pero no puede ser sustituido por el acompañamiento espiritual, pues son dos ámbitos diversos, si bien tienden a buscar el bien de la persona.