Protasio Chong Kuk-bo, Santo |
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Por: Cristina Huete GarcĂa | Fuente: hagiopedia.blogspot.com |
Mártir Laico
Martirologio Romano: En Seúl, ciudad de Corea, san Protasio Chong Kuk-bo, mártir, que volvió de nuevo a la fe cristiana que había abandonado anteriormente y la profesó hasta su muerte en la cárcel, en medio de crueles torturas († 1839).
Fecha de canonización: S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea, lo canonizó junto a otros 102 mártires coreanos.
Nació en Songdo, provincia de Kyonggi, Corea, en el seno de una familia de clase alta y rica; pero su padre no supo conservar el capital y cayó en la pobreza, marchando entonces con su familia a Hanyang, donde tuvo que trabajar para ganarse la vida. Era un muchacho de buen carácter y nobles sentimientos. Cuando tenía treinta años entró en contacto con el catolicismo, pero no fue hasta años más tarde cuando se bautizó. Se colocó luego como criado de la casa que servía de morada y hospedería al sacerdote y a otros católicos. Contrajo matrimonio, y tanto él como su esposa eran buenos cristianos. Pero pasaron por varias pruebas: él tenía poca salud y todos sus hijos se les morían. Mostró paciencia ante estas desgracias y siguió viviendo como un buen creyente.
En marzo de 1839 comenzó la persecución contra el cristianismo. La fe en estas condiciones se les hizo a muchos muy difícil, y ello llevó a apostasías teóricas o prácticas. Protasio fue arrestado y, pese a las torturas durante su detención, confesó la fe, pero quedó muy débil, y ante las palabras tentadoras del Juez de darle la libertad si apostataba, tuvo la desgracia de sucumbir. Pero su conciencia no le dejaba vivir tranquilo; volvió a la fe, y lavó en la confesión su apostasía. Decidió entonces presentarse de nuevo al Juez y desdecirse de su caída. Pero los guardias le dijeron que lo hecho no tenía arreglo, y no le dejaron hablar con el Juez. Volvió al día siguiente, también inútilmente, y un tercero también, pero volvió a ser rechazado. Entonces se sentó a la puerta del tribunal, y cuando salía el Juez le hizo saber su arrepentimiento por la apostasía, lo que trajo consigo su arresto y detención. En el juicio confesó la fe cristiana, y los muchos tormentos que sufrió, y la cárcel misma, no le hicieron volverse atrás, perseverando hasta dar la vida por Cristo en la propia cárcel, en Seúl, el 20 de mayo de 1839.