.
Las bienaventuranzas
Aprende a Orar /Evangelio meditado para el Tiempo Ordinario

Por: P. Clemente González | Fuente: Caholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 20-26
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.

Oración introductoria
Gracias, Señor, por mostrarme el camino de las bienaventuranzas como la única vía para llegar a Ti. Éste es el sendero que los santos se han esforzado en recorrer. Ayúdame para que esta oración me dé la luz y la fuerza para ser pobre de espíritu, humilde, hambriento de justicia, misericordioso, puro de corazón y trabajador por la paz.

Petición
Señor, concédeme ser un testigo fiel, por medio de una vida sobria y sencilla. Alegre y confiado ante todo temor y mortificación.

Meditación del Papa
Referidas a la comunidad de los discípulos de Jesús, las Bienaventuranzas son una paradoja: se invierten los criterios del mundo apenas se ven las cosas en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios, que es distinta de la del mundo. Precisamente los que según los criterios del mundo son considerados pobres y perdidos son los realmente felices, los bendecidos, y pueden alegrarse y regocijarse, no obstante todos sus sufrimientos. Las Bienaventuranzas son promesas en las que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús inaugura, y en las que "se invierten los valores". Son promesas escatológicas, pero no debe entenderse como si el júbilo que anuncian deba trasladarse a un futuro infinitamente lejano o sólo al más allá. Cuando el hombre empieza a mirar y a vivir a través de Dios, cuando camina con Jesús, entonces vive con nuevos criterios y, por tanto, ya ahora algo del éschaton, de lo que está por venir, está presente. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, pág. 35.

Reflexión
El mensaje cristiano es desconcertante. ¿Cómo dice Jesús que son más felices los pobres, los hambrientos, los que lloran y los que son odiados? ¿Acaso no es mejor ser rico, comer bien, reír y tener buena fama?
Las Bienaventuranzas nos dicen que es preferible ser pobre que apegarse a los bienes materiales. Porque sólo un corazón desprendido puede llenarse de Dios. El que tiene su corazón lleno de cosas, ¿dónde puede albergar a Dios? ¿Le quedará algún hueco para El?

Podemos inspirarnos en las Bienaventuranzas para hacernos un programa de vida para este curso que comienza. El primer objetivo será despegarse cada día, poco a poco, de algo superfluo. Para eso hay que ponerse metas: cada semana, cada mes, etc. El segundo objetivo es el del “hambre espiritual”, el hambre de Dios. Vamos a cultivar nuestro espíritu con unos minutos de oración al día, con lecturas provechosas, con la cercanía a los sacramentos, procurando que en nuestra casa desaparezca el ruido y haya más silencio. El tercer propósito se refiere a los sacrificios. Hay que aprender a sobrellevarlos con elegancia, ofreciéndolos a Jesús como Él ofreció su cruz por nosotros. Y por último, tomando la cuarta Bienaventuranza, hay que lograr vivir cristianamente, con coherencia, dando testimonio aunque otros nos miren mal.

Propósito
Hagamos todas estas cosas con alegría, sabiendo que la recompensa será grande en el cielo.

Diálogo con Cristo
Pobreza, hambre, dolor, críticas… no son deseables ni fáciles de aceptar, pero Tú, Señor, me las propones como el camino a seguir. Ayúdame a buscar tu Reino y a vivir con un gran espíritu de fe y amor lo que venga por añadidura.