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Monasterio Cisterciense de San Andrés de Arroyo
Religiosas /Religiosas Contemplativas

Por: Hna Inés | Fuente: www.monjacisterciense.blogspot.com

Nuestro Carisma

Nuestra Orden Cisterciense, tiene como cometido primordial la “Alabanza”, que se expresa en nuestro día a día, tanto en el canto litúrgico, en el que nuestro corazón y nuestra mente, alaban en unísono al Señor como el coro de los ángeles, como también en el trabajo donde expresamos esa misma alabanza, dedicando nuestra labor al Señor, realizándola con esmero, en comunidad y con la fraternidad que nos caracteriza, en un entorno de silencio para facilitar la vivencia interior; de aquí nuestro lema “Ora et Labora”.

Nuestra vida está cimentada en la Regla de San Benito y el carácter cenobítico de la vida monástica hacia la que nos encamina que es una manera determinada de vivir el evangelio.

Para poder vivir fielmente según el evangelio es necesaria también una disciplina: el trabajo, la oración y el estudio.

Hay que vivir unas virtudes: humildad, pobreza, simplicidad, caridad.

La disciplina nos obliga a ser humildes y por la humildad alcanzamos el amor.

La espiritualidad cisterciense está marcada con un marchamo impregnado de humildad. Cisterciense, pobre y humilde viene a significar lo mismo. Es un participación en la oscuridad de la humillación y del desprecio de Cristo, siempre “manso y humilde de corazón”.
Acercarse al ideal cisterciense supone una experiencia de despojo de toda superfluidad, de la fachada que desfigura la simplicidad profunda de la persona humana. Es un camino relativamente fácil hacia la autenticidad interior, en cuanto imagen de Dios. Si la humildad es la verdad, para el cisterciense enamorado de su carisma humilde, es accesibilidad transparente del Reino de Dios en él.



Valores fundamentales de la vida cisterciense actual

1. Vocación de buscar a Dios siguiendo a Cristo en la escuela de la caridad
En la unidad del acto de caridad tiene su fundamento la unidad de nuestra vida de oración y las ocupaciones materiales, nuestra solicitud en el trabajo se integra con el culto divino y el tiempo de la contemplación se completa con las ocupaciones útiles a la sociedad humana.

2. Respuesta a la vocación dada en la profesión
Con nuestra profesión según la Regla de san Benito damos una respuesta permanente, dedicando toda nuestra vida al servicio de Cristo. De tal modo, nuestra profesión constituye una consagración particular de toda nuestra existencia, consagración que tiene sus raíces en el sacramento del bautismo, que se formula con mayor claridad en la profesión y que la Iglesia asocia al sacrificio de la Misa.

3. Servicio de la Iglesia
Como sea que nuestra profesión ha sido recibida por la Iglesia, nosotros estamos totalmente a su servicio. Para nosotros, Cristo está presente en la Iglesia, con la cual está inseparablemente unido. Por lo tanto, el servicio a Cristo es y debe ser servicio a la Iglesia. Como monjas contemplativas, nuestra oración y nuestra vida dan testimonio de lo absoluto de Dios, siendo así el corazón de la Iglesia.


Medios comunes necesarios para alcanzar el fin de nuestra vida cisterciense en el momento actual

1. La vida especialmente consagrada a Dios y a la Iglesia mediante la práctica de los consejos evangélicos:
a) La castidad
b) La pobreza
c) La obediencia

2. La vida de estable convivencia fraterna según la tradición cisterciense.
3. La vida de oración.
4. El humilde seguimiento de Cristo, cargado con la cruz.
5. Nuestro trabajo.


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Nosotras podemos ofrecerte un seguimiento y discernimiento vocacional para que puedas descubrir tu vocación y afianzarte en ella.


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Orden Cisterciense


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