¿Qué papel representas?
Autoridad y obediencia. Son dos palabras que en ciertos ambientes no se pueden pronunciar sin que haya incierto resquemor, sin que se incurra en una cierta política incorrecta. 1 El culto que nuestra sociedad rinde a la libertad individual hace parecer la autoridad y la obediencia como enemigos declarados de la realización personal. Este fenómeno que inicia propiamente con la revolución cultural de 19682 es fruto del relativismo que vive el mundo y ha dado origen a un individualismo exagerado.
Esto que contemplamos en la sociedad ha tenido también su influjo en la vida consagrada, que no siendo del mundo se encuentra en el mundo. Este es uno de los aspectos más importantes de la vida consagrada en la época del postconcilio. Los padres conciliares, guiados sin duda alguna por la inspiración del Espíritu Santo, habían lanzado a la Iglesia a la tarea de la renovación, es decir del adecuar toda la riqueza contenida en el evangelio, los mandamientos, los dogmas, el magisterio, en pocas palabras, la gran noticia de la salvación, adecuarla a la cultura del hombre. Para ello, era necesario no cambiar nada del mensaje de la salvación, sino hacerlo accesible a la cultura del hombre actual. Un hombre que sin duda alguna había cambiado en su aspecto externo, pero que seguía siendo el mismo de siempre en su esencia.
Esta adecuación requería por parte de la Iglesia un doble trabajo: conocer el hombre al que debería hacer llegar el mensaje de la salvación y conocer las realidades del mensaje de la salvación. Un trabajo por tanto que requería el conocimiento profundo del mensaje de la salvación, los medios más adecuados para hacer llegar dicho mensaje al hombre y, lógicamente, conocimiento del hombre al que debería hacerle llegar dicho mensaje.
El trabajo de adaptación del mensaje de la salvación puede partir de diversos puntos de vista, bien sea del mensaje mismo de la salvación o del conocimiento del hombre al que se le quieren hacer llegar dicho mensaje. Es importante sin embargo señalar que en este proceso de adaptación se debe necesariamente distinguir entre los elementos esenciales, que forman el contenido del mensaje de salvación, inmutables, y los elementos accesorios, cambiantes, que harán de vehículo para expresar mejor los elementos esenciales. Las personas que llevan a cabo este proceso de adaptación deben saber distinguir en todo momento lo esencial de lo accidental, para saber adaptar lo esencial a lo accidental y no sufrir el efecto contrario de querer adaptar lo accidental a lo esencial. Podemos por tanto establecer que para la vida consagrada, como para cualquiera de los elementos que conforman el mensaje de salvación, será necesario que se conozcan muy bien los elementos esenciales de la vida consagrada y que se expresen coherentemente de acuerdo con las manifestaciones culturales más actuales, sin dejar que dichas manifestaciones culturales opaquen o diluyan los elementos de la vida consagrada. 3
Esta simbiosis entre fe y cultura, entre los elementos esenciales, fe, y los elementos cambiantes, cultura, ya la había descrito el Decreto Perfectae caritatis, en dos de las líneas trazadas para la adecuada renovación de la vida consagrada. “Redunda en bien mismo de la Iglesia el que todos los Institutos tengan su carácter y fin propios. Por tanto, han de conocerse y conservarse con fidelidad el espíritu y los propósitos de los Fundadores, lo mismo que las sanas tradiciones, pues, todo ello constituye el patrimonio de cada uno de los Institutos. (…) Promuevan los Institutos entre sus miembros un conocimiento adecuado de las condiciones de los hombres y de los tiempos y de las necesidades de la Iglesia, de suerte que, juzgando prudentemente a la luz de la fe las circunstancias del mundo de hoy y abrasados de celo apostólico, puedan prestar a los hombres una ayuda más eficaz.” 4 De esta manera, conociendo el espíritu y las finalidades propias de cada Instituto, se conocerán los elementos esenciales de cada congregación que deberán adaptarse a las condiciones de los hombres y de los tiempos, es decir, a la cultura de cada tiempo y lugar.
Para poder ejercitar la autoridad como un servicio y saberla expresar adecuándola a las circunstancias culturales de tiempos y lugares, ese necesario por tanto conocer con exactitud cuál es la tarea que le corresponde realizar, cuáles son sus límites y sus posibilidades, cuál es su esencia. Pero no basta un conocimiento académico, frío. Es necesario enamorarse, apasionarse del concepto en tal forma que pueda ser vivido con coherencia, con frescura. De esa manera la persona consagrada que ejerce este papel estará en grado de buscar las mejores connotaciones culturales que expresen con exactitud el elemento esencial de la autoridad.
En nuestra época se habla mucho de las características que debe tener el servicio de la autoridad en la vida consagrada. Hay quien la ve desde el punto de vista psicológico, enfatizando el papel que juega la superiora de comunidad en la armonización de los distintos caracteres y personalidades que se conjugan en la vida fraterna. Hay quien fija su atención en los aspectos sociológicos, promoviendo la figura de la superiora como una leader5 que promueve la distensión en toda la comunidad, focalizándose en el desarrollo de diversas cualidades de líder. No falta quien de alguna manera no ha evolucionado en el concepto de autoridad, reduciendo su papel a un autoritarismo o a una mera gestión administrativa, como el manager de un gran hotel que se encarga de vigilar las entradas y las salidas de los inquilinos. Muchas de estas concepciones de la autoridad se refieren casi exclusivamente a aspectos culturales, que si bien es necesario tomar en cuenta en el ejercicio de las funciones de una superiora, no deben ser el elemento esencial. Son elementos culturales, circunstanciales que deben tomarse en cuenta para mejor expresar la esencia de la autoridad, pero no puede girar toda la autoridad en función de esos conceptos, pues no representan la esencia de la autoridad. En lugar de adaptar toda la riqueza de la autoridad a esos conceptos culturales, tal parece que muchos han optado por adaptar dichos elementos culturales de la psicología, de la sociología y de la administración de empresas a la esencia de al autoridad. Pero al vaciarla de su esencia, la autoridad deja de ser lo que debería de ser para convertirse en un mero sucedáneo de la psicología, la sociología o las ciencias de la administración empresarial.
Conviene por tanto que la superiora de comunidad conozca con certeza cuál es la esencia de la autoridad, para que después adapte dicha esencia a las circunstancias particulares de una cultura actual, utilizando como medios la psicología, la sociología o los aportes de cualquier otra ciencia. Cuando se confunden la esencia, los medios y los elementos culturales en los que se debe de encarnar la autoridad, se corre el riesgo de que el cazador venga cazado por la presa, es decir, que la realidad que quería ser inculturada, sea la que inculture a la esencia. “En ambientes marcados fuertemente por el individualismo, no resulta fácil reconocer y acoger la función que la autoridad desempeña para provecho de todos. Pero se debe reafirmar la importancia de este cargo, que se revela necesario precisamente para consolidar la comunión fraterna y para que no sea vana la obediencia profesada. Si bien es cierto que la autoridad debe ser ante todo fraterna y espiritual, y que quien la detenta debe consecuentemente saber involucrar mediante el diálogo a los hermanos y hermanas en el proceso de decisión, conviene recordar, sin embargo, que la última palabra corresponde a la autoridad, a la cual compete también hacer respetar las decisiones tomadas.” 6
Para no caer en el subjetivismo.
Es necesario conocer el concepto de autoridad, para luego verdaderamente enamorarse de este servicio, no del concepto, sino de la posibilidad real que el servicio de la autoridad puede donar a la Iglesia, a la congregación, al Instituto religioso a la persona que ejerce dicho servicio y a quienes se benefician del mismo.
Conocer un concepto para luego hacerlo vida requiere que se vaya al centro de dicho concepto, es decir, a su esencia. Y aquí, puede asaltarnos una vez más el fantasma del relativismo pretendiendo integrar en la definición de la autoridad todos los puntos de vista que existen en la cultura actual. Así, quien ejerce la autoridad debería ser en primer lugar un leader, o un psicólogo experto en las relaciones interpersonales y las dinámicas de grupo. Se confunde en este caso la esencia con los aspectos accidentales, los aspectos culturales. Es cierto que la autoridad puede ser considerada desde diversos puntos de vista, tomando en cuenta el punto de partida del análisis de la autoridad. Se debe por tanto respetar las categorías en las que se está trabajando y no mezclarlas. De esta forma, quien se pregunte y cuestione por el concepto de autoridad en una oficina de correos, podrá utilizar conceptos afines a dicha categoría, pero resultará un poco iluso el que trate de aplicar los conceptos de la vida consagrada a la autoridad en la oficina de correos. Sin duda alguna que podrá ayudarse de algunos elementos de la vida consagrada que podría aplicar, con las debidas adaptaciones a la autoridad que se debe ejercer en dicha oficina. Pero no puede pretender que la oficina de correos se convierta en una comunidad monástica de clausura. Además de ser ridículo, es irreal. Se deberá estudiar cuál es la categoría real a la que corresponde la autoridad de una oficina de correo y en base a ese concepto esencial de autoridad se buscarán aquellas variables que mejor ayuden a vivir e interpretar dicha realidad, enriqueciéndola, por qué no, de los valores de la vida consagrada, pero haciendo de ésta el centro para definir y hacer vivir la autoridad en dicha oficina.
Si queremos por tanto saber cuál es el concepto de autoridad en la vida consagrada tenemos que analizar cuál es el concepto de autoridad para dicha realidad, para ese estilo de vida. Ya después, analizando las circunstancias de tiempos y lugares, se buscarán las variables culturales que mejor expresen y que más ayuden a expresar el concepto de autoridad según la vida consagrada.
Para ello la vida consagrada cuenta con una grande ayuda en el magisterio de la Iglesia. “ "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escritura, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10).” 7 Conociendo lo que ha dicho el magisterio de la Iglesia con respecto a la autoridad en la vida consagrada, podemos estar seguros que estamos buscando en la categoría adecuada.
El estudio de los documentos del magisterio de la Iglesia, especialmente los generados en el período postconciliar, puede darnos muchas luces sobre la esencia de la autoridad. Pero más que sumergirnos en una serie de citaciones históricas8 , convendrá hacer un análisis inteligente de los mismos. Es necesario establecer antes que nada la necesidad de este elemento, esencial en la vida consagrada, para después focalizar nuestra atención en las funciones de la superiora, lo que debe hacer, y después analizar el cómo lo debe hacer. De lo contrario, la cantidad de citaciones, sólo enlistadas en orden cronólogo pueden traer más oscuridad que luz.
El documento Elementos esenciales sobre la vida religiosa es el resultado de un largo y fatigoso camino que siguió la vida consagrada en una época caracterizada por la contestación a la autoridad, la abolición de todo aquello que tuviera que ver con la imposición de normas, reglamentos y leyes que impidieran, supuestamente, la realización personal. Al cabo de unos años de experimentación, el documento recoge dichas experiencias para fijar, de una vez por todas, los elementos esenciales de la vida consagrada. “Su intento es presentar una síntesis clara de la doctrina de la Iglesia acerca de la vida religiosa, en un momento especialmente significativo y oportuno.” 9 De esta forma el magisterio de la Iglesia establece ciertos elementos esenciales , entre los que se encuentra un tipo de gobierno, basado en la fe.
Se habla por tantote la necesidad de contar con la autoridad como respuesta a un estilo de vida en el que se responde a la llamada de Cristo para seguirlo en un estilo de vida inaugurado por él. La autoridad por tanto no es simple imposición, sino que se presenta como un medio para responder a la donación total que la persona consagrada hace de su ser y de su haber a la persona de Cristo. La autoridad por tanto tiene su fundamento en el estilo de vida que Cristo ha querido para sí y para sus discípulos. 11 Nace por tanto la autoridad como una respuesta a un estilo de vida, con una jerarquía de valores clara y definida.
Las funciones de esta autoridad vienen resumidas en el documento Mutuae relationes, que en el número 13 establece la función de enseñar, la función de santificar y la función de gobernar. 12 Enseñar, santificar y gobernar es lo que tiene que hacer quien está investido de autoridad en la vida consagrada. Es este el elemento esencial que deberá buscar los mejores medios culturales para expresarse, los mejore canales para hacer brillar con más fuerza esta riqueza espiritual. Las demás citaciones que encontramos en el magisterio de la iglesia, vienen a explicitar este qué, es decir, estas funciones de la autoridad. Algunas de ellas también toman en consideraciones los elementos de nuestra cultura y tratarán de explicitar el cómo debe ejercerse dicha autoridad. Mención especial merece el número 50 del documento Vida fraterna en comunidad, en donde recalca la importancia de que esta autoridad se ejerza siempre desde el punto de vista espiritual. “Una autoridad espiritual
Si las personas consagradas se han dedicado al servicio total de Dios, la autoridad favorece y sostiene esta consagración. En cierto sentido se la puede considerar como «sierva de los siervos de Dios». La autoridad tiene la misión primordial de construir, junto con sus hermanos y hermanas, «comunidades fraternas en las que se busque a Dios y se le ame sobre todas las cosas». Es necesario, por tanto, que sea, ante todo, una persona espiritual, convencida de la primacía de lo espiritual, tanto en lo que se refiere a la vida personal como en la edificación de la vida fraterna; es decir, que sea consciente de que, cuanto más crece el amor de Dios en los corazones, tanto más se unen esos mismos corazones entre sí. Su misión prioritaria consiste, pues, en la animación espiritual, comunitaria y apostólica de su comunidad.” 13
Nos encontramos por tanto de frente a la categoría explícita de la autoridad en la vida consagrada. Es una autoridad eminentemente espiritual. Su esencia es la ayuda que la persona que detenta la autoridad debe ejercer para el bien de las almas de quienes han elegido responder a Dios con un estilo de vida muy definido y delineado por la Iglesia, que es el estado de la vida consagrada. Su esencia consiste por tanto en una triple función de enseñar, santificar y gobernar, ejercido siempre desde el punto de vista espiritual. Los elementos culturales, circunstanciales y de lugar, deben servir para hacer brillar este tipo de autoridad. Se deben elegir por tanto aquellos elementos culturales que mejor expresen este tipo de autoridad. Dichos elementos culturales podrán servir como vehículos para mejor expresar el don de la autoridad en la vida consagrada.
La intervención de la psicología, como elemento cultural.
A nadie le es oculto el giro que ha dado la teología con respecto a la psicología, especialmente después del Concilio Vaticano II. Pero también a nadie se le oculta las graves deformaciones que se han introducido en la vida consagrada originadas, no tanto por la psicología, sino por quien ha querido sustituir con la psicología lo que debería haberse hecho con la teología, especialmente con la teología espiritual. Trataremos de explicar estos fenómenos.
Después del Concilio vaticano II, quienes hicieron de él una ideología y no se suscribieron a lo que era su verdadero espíritu. Muchas de estas personas de Iglesia cayeron en una idolatría de la antropología, es decir, “L’uomo sembra divenuto l’unico oggetto dei nostri pensieri, dei nostri interessi, della Nostra adorazione. E, nel desiderio di coglierlo in se stesso, nella sua autonoma e singolare natura, si è addirittura proposto da qualcuno che anche il credente debba guardare l’uomo <>, come se Dio non ci fosse, prescindendo cioè dal suo Creatore e valutando soltanto l’umanità come tale, presa a sé e separata da qualunque dipendenza e da qualunque superiore significazione.” 14 Lo que tendría que ser un diálogo entre la verdadera naturaleza del hombre y la cultura en la que se estaba desenvolviendo se convirtió en un monólogo en dónde la voz cantante la llevaba no una sana antropología sino una antropología que no veía en el hombre la imagen de Dios, y que excluía al Creado de toda posible realidad.
De esta manera, al cortar el elemento trascendente del hombre, el elemento fundamental, que es el elemento esencial, al quedar vaciado de su núcleo vital, se buscó en sucedáneos culturales las soluciones a los problemas que emergen de una creatura que es eminentemente espiritual. Cortando el trascendente, o más bien, ignorando el trascendente, el espíritu se trató de curar el alma con la psicología, con la sociología, con aquellos elementos culturales que estuvieran más de moda o que más pudieran paliar las dificultades emergidas por el espíritu. Se temía caer en un espiritualismo vano y efímero y se cayó sin embargo en el otro extremo, en el de utilizar elementos culturales para buscar soluciones a las enfermedades del espíritu.
Olvidando lo que sugería el Concilio Vaticano II a la vida consagrada, “ordenándose ante todo la vida religiosa a que sus miembros sigan a Cristo y se unan a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, habrá que tener muy en cuenta que aun las mejores adaptaciones a las necesidades de nuestros tiempos no surtirían efecto alguno si no estuvieren animadas por una renovación espiritual, a la que, incluso al promover las obras externas, se ha de dar siempre el primer lugar,” 15 se descuidó la vida espiritual.
De esta forma muchas superioras descuidaron la animación espiritual que les correspondía y dejaron que cada religiosa siguiera su propio camino. Faltó ese enamoramiento de su función peculiar, la animación espiritual y carismática.
Sin embargo nunca es tarde para empezar. Como creatura espiritual, el sano y santo ejercicio de la autoridad puede aún recuperarse con los beneficios que todos pueden obtener. La superiora debe por tanto enamorarse de su papel de animadora del espíritu y para ello puede valerse del propio carisma, pues en él encontrará los elementos espirituales más importantes con los que poder animar su comunidad: una comprensión específica del evangelio, una experiencia del espíritu que dé sostén a toda su vida y un seguimiento específico de Cristo. Estos serán los elementos esenciales. Sin duda alguna que se deberá valer de aquellos medios culturales que mejor expresen estos elementos espirituales. Es aquí y sólo aquí en dónde entrará en juego una buena psicología, que le permita ayudar más y mejor a las religiosas.
Las intervenciones de la superiora de comunidad tendrán que ver siempre con el ambiente espiritual de la comunidad. Esta es la regla suprema, la regla de oro. Si para ello necesita ayudarse de las ciencias humanas, como la psicología, lo puede hacer, pero sólo como un subsidio, no como la poción mágica que pretende solucionarlo todo.
NOTAS
1 “ “Autoridad”… “obediencia”. Siendo francos, estas palabras no se pronuncian hoy fácilmente. Palabras como éstas representan “una piedra de tropiezo” para muchos de nuestros contemporáneos, especialmente en una sociedad que justamente da mucho valor a la libertad personal. Y, sin embargo, a la luz de nuestra fe en Cristo, “el camino, la verdad y la vida”, alcanzamos a ver el sentido más pleno, el valor e incluso la belleza de tales palabras.” Benedicto XVI, Homilía, 20.4.2008.
2 Benedicto XVI ha descrito en pocas palabras el desarrollo del movimiento de 1968 y sus consecuencias para la Iglesia. “E nel concreto del dopo-Concilio dobbiamo constatare che vi sono due grandi cesure storiche. Nel dopo-Concilio, la cesura del ‘68, l’inizio o l’esplosione - oserei dire - della grande crisi culturale dell’Occidente. Era finita la generazione del dopoguerra, una generazione che dopo tutte le distruzioni e vedendo l’orrore della guerra, del combattersi e constatando il dramma delle queste grandi ideologie che avevano realmente condotto le persone verso il baratro della guerra, avevamo riscoperto le radici cristiane dell’Europa e avevamo cominciato a ricostruire l’Europa con queste ispirazioni grandi. Ma finita questa generazione si vedevano anche tutti i fallimenti, le lacune di questa ricostruzione, la grande miseria nel mondo e così comincia, esplode la crisi della cultura occidentale, direi una rivoluzione culturale che vuole cambiare radicalmente. Dice: non abbiamo creato, in duemila anni di cristianesimo, il mondo migliore. Dobbiamo ricominciare da zero in modo assolutamente nuovo; il marxismo sembra la ricetta scientifica per creare finalmente il nuovo mondo. E in questo – diciamo – grave, grande scontro tra la nuova, sana modernità voluta dal Concilio e la crisi della modernità, diventa tutto difficile come dopo il primo Concilio di Nicea. Una parte era del parere che questa rivoluzione culturale era quanto aveva voluto il Concilio, identificava questa nuova rivoluzione culturale marxista con la volontà del Concilio; diceva: questo è il Concilio. Nella lettera i testi sono ancora un po’ antiquati, ma dietro le parole scritte sta questo spirito, questo è la volontà del Concilio, così dobbiamo fare. E dall’altra parte, naturalmente, la reazione: così distruggete la Chiesa. La reazione – diciamo – assoluta contro il Concilio, la anti-conciliarità e – diciamo – la timida, umile ricerca di realizzare il vero spirito del Concilio. E come dice un proverbio “Se cade un albero fa grande rumore, se cresce una selva non si sente niente perché si sviluppa un processo senza rumore” e quindi durante questi grandi rumori del progressismo sbagliato, dell’anti-conciliarismo cresce molto silenziosamente, con tante sofferenze e anche con tante perdite nella costruzione di un nuovo passaggio culturale, il cammino della Chiesa.” Benedicto XVI, Discurso, 24.6.2007.
3 Esta simbiosis entre fe y cultura la exprime el Cardenal Giacomo Biffi de la siguiente manera. “La fede, restando fede, deve farsi anche “cultura”: lo deve a se stessa, alla radicalità e alla totalità del rinnovamento che essa introduce nell’uomo, nella storia, nell’universo. Essa non sopprime, non mortifica, non trascura nessuno dei “valori” che trova nel suo dispiegarsi; ma tutti li assume, li purifica, li esalta, li trasfigura in una “cultura” nuova e diversa, che sempre si rifonda e si arricchisce, mantenendo la sua tipicità e la sua irriducibilità.” Giacomo Biffi, Memorie e digressioni di un italiano cardinale, Edizioni Cantagalli, Siena 2007, p. 225.
4 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 25.10.1965, n. 2b, d.
5 Gian Franco Poli, Giuseppe Crea, Dall’autorità all’autorevolezza, Per una leadership in tempo di crisi, Editrice Rogate, Roma 2008.
6 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 43.
7 Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 85 – 86.
8 Quien desee, por estudio propio, hacer un estudio de las citaciones de la autoridad en el magisterio de la Iglesia, le recomiendo el capítulo octavo del libro Gian Franco Poli, Giuseppe Crea, Dall’autorità all’autorevolezza, Per una leadership in tempo di crisi, Editrice Rogate, Roma 2008, pp. 193 – 236.
9 Sagrada congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales sobre la vida religiosa, 31.5.1983, n. 4.
10 “La Iglesia considera ciertos elementos como esenciales para la vida religiosa: la vocación divina, la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos con votos públicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participación en la misión de Cristo por medio de un apostolado comunitario, fiel al don fundacional específico y a las sanas tradiciones; la oración personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio público, la relación característica con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe.” Ibídem.
11 “El fundamento evangélico de la vida consagrada se debe buscar en la especial relación que Jesús, en su vida terrena, estableció con algunos de sus discípulos, invitándoles no sólo a acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a poner la propia existencia al servicio de esta causa, dejando todo e imitando de cerca su forma de vida. Tal existencia « cristiforme », propuesta a tantos bautizados a lo largo de la historia, es posible sólo desde una especial vocación y gracias a un don peculiar del Espíritu.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 14.
12 “a) función de magisterio: los Superiores religiosos tienen la misión y autoridad del maestro de espíritu con relación al contenido evangélico del propio Instituto; dentro de ese ámbito, pues, deben ejercitar un a verdadera dirección espiritual de toda la Congregación y de las comunidades de la misma; lo cual procurarán llevar a la práctica en armonía sincera con el magisterio auténtico de la Jerarquía, conscientes de realizar un mandato de grave responsabilidad dentro del ámbito del área evangélica señalada por el Fundador;
b) función de santificación: es propio de los Superiores la misión y mandato de perfeccionar, con diversas incumbencias, en todo aquello que tiene relación con el incremento de la vida de caridad conforme al modo de ser del Instituto; y esto tanto por lo que se refiere a la formación, fundamental y continua de los cohermanos, como en lo referente a la fidelidad comunitaria y personal, a la práctica de los consejos evangélicos según las propias Constituciones. Una tal misión cumplida con exactitud será para el Romano Pontífice y los Obispos un auxilio precioso en el cumplimiento de su ministerio fundamental de santificación;
c) función de gobierno: los Superiores deben ejercitar el servicio de ordenar la vida de su propia comunidad, organizar los efectivos del Instituto en orden al fomento de la misión peculiar del mismo y a su inserción en la acción eclesial bajo la guía de los Obispos.” Sagrada congregación para los religiosos e institutos seculares, Mutuae relationes, 14.5.1978, n. 13.
13 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, Vida fraterna en comunidad, 2.2.1994, n. 50.
14 Giacomo Biffi, La bella, la bestia e il cavaliere, Saggio di teologia inattuale, Editoriale Jaca Book, Milano 1984, p. 22.
15 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 25.10.1965, n. 2e.
* Preguntas y comentarios al autor
* Para mayor información, visita nuestra Comunidad de Religiosas.
* ¿Dudas, inquietudes? Pregúntale a un experto
* ¿Te gustó nuestro servicio? Suscríbete a nuestro boletín mensual
Más artículos de Germán Sánchez Griese
¿Quién es Germán Sánchez Griese?