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Enfermedades de la vida Espiritual; Mediocridad
Religiosas /Dirección Espiritual

Por: Guadalupe Magaña | Fuente: Escuela de la Fe

1) Síntomas de la mediocridad.


La mediocridad se comprende como un retroceso empapado de cansancio y desilusión. Se nota en la vivencia superficial de la vida espiritual. No cambian los valores, como en el caso de la tibieza, sino que el mediocre se formula un propósito de vida, pero no lo cumple; se queda en el deseo; sin pecado, pero sin esfuerzo y sin sacrificio.


El mediocre no entiende la radicalidad de la abnegación evangélica. No ha entendido la vida como una lucha constante y permanente, y por tanto, se toma con frecuencia vacaciones, en lugar de luchar todos los días. El apostolado le dura un tiempo, pero luego dice: "Ya me cansé, ahora que trabajen los demás, ya están abusando"; entonces se aleja un tiempo; va a un retiro, a ejercicios espirituales, o le llama su orientador, y vuelve otra vez, y así continuamente.


La esencia de la mediocridad radica en la debilitación de la vida espiritual; se cae en la flojera, en la comodidad. No se desprecian las cosas espirituales, pero cada vez le cuestan más. Un alma gris y mediocre no va con la espiritualidad evangélica.



2) Remedios.


Hay un remedio muy fácil para salir de la mediocridad: la gracia de Dios; es decir, Dios tiene que hacer brillar en la conciencia, en la inteligencia de esta persona, la belleza de las cosas buenas.


Un medio práctico a manejar por el orientador espiritual, será suscitar en el dirigido la nostalgia de sus momentos de generosidad. Así de sencillo; al mediocre le ayuda mucho hacerle reflexionar sobre lo bien que se sentía cuando cumplía con su vida de oración y apostolado. Una persona mediocre se puede auto-motivar, porque no es tibia, y se da cuenta de la belleza de otros momentos de su vida.


No se engañen midiéndole al Señor su entrega. No se abandonen, porque dado el primer paso es fácil resbalar, poco a poco, muy lentamente, y cuando se den cuenta, ya será tarde, y les será infinitamente más costoso el reconstruir su vida


Por lo tanto, debemos hacer comprender cómo la mediocridad puede darse comúnmente en la vida espiritual, y la importancia de luchar para hacerla cada día menos frecuente. El cansancio, el decaimiento, componen la lucha, pero no podemos dejarles permanecer en ese estado, en una de esas caídas, porque una mediocridad muy cultivada puede convertirse en tibieza. Si se mantienen fieles en las cosas pequeñas para no caer en las grandes, no caerán en la traición, pues ésta se inicia poco a poco.



Recuerda:


1. Para quien posee una fe viva y operante, la pregunta ¿Qué debo hacer? se convierte en ¿Cuál es la voluntad de Dios para mí en esta situación?, ¿Qué quiere Jesucristo de mí? Nuestra misión, como orientadores, consistirá en discernir y ayudar a discernir a nuestros dirigidos.


2. No todos los deseos, incluidos los más espirituales, vienen necesariamente de Dios; pueden venir del enemigo del alma, de la imprudencia o de la vanagloria del mismo dirigido.


3. Si a una religiosa se le lleva por medios ordinarios, alcanzará un compromiso sin mayor relevancia; si se le ofrecen medios extraordinarios, logrará un compromiso específico más exigente.


4. Lo más grande para un alma será encontrar la voluntad de Dios y realizarla plenamente en el amor y la libertad.



Autoevaluación:

1. ¿Qué hechos se deben tomar en cuenta para el discernimiento de espíritus?

2. ¿Sé distinguir los diversos movimientos surgidos en el alma de mis dirigidos y su procedencia?

3. ¿Qué aspectos puedo tomar en cuenta para discernir si un movimiento viene de Dios o del enemigo?

4. ¿Cuáles son los elementos de una vocación? Explica brevemente cada uno.



Reflexión de Fe:


"La dirección espiritual ha de ser progresiva y acomodada al grado de virtud, al temperamento, edad y circunstancias actuales del dirigido, a imitación de San Pablo, que se hacía todo para todos (I Cor 9,22), y no imponía sobre nadie cargas insoportables (I Cor 3,2; cf. Mt 23,4). El maestro Daza estuvo a punto de desorientar a Santa Teresa por exigirle demasiado aprisa algunas cosas para las que la Santa no estaba preparada todavía. Y sin caer en el extremo opuesto de ´dejar hacer´ que esterilizaría por completo la dirección espiritual, la prudencia del director deberá marcar en cada caso el límite máximo más allá del cual el alma no podría llegar con sus fuerzas actuales. Prácticamente, cuando trate de intensificar la vida espiritual del alma, propóngaselo por vía de ensayo. Observe cómo reacciona, si efectivamente le hace adelantar la nueva orientación o si se le convierte en carga abrumadora que le preocupa o conturba. Proceda siempre con energía y firmeza, pero al mismo tiempo con suavidad y paciencia, evitando por igual la negligencia y flojedad, que impediría el progreso por falta de estímulo, y el excesivo rigor, que lo haría imposible por desaliento del alma".(Antonio Royo Marín, Teología de la Perfección Cristiana, BAC 6ªed, Madrid,1988, n. 691, p. 824).


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