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El marco de referencia filosófico
La Iglesia y el trabajo humano /Economía y Sociedad

Por: Andreas Boehmler | Fuente: www.arbil.org


En la sociología de Simmel el estudio de fenómenos microsociológicos adquiere un lugar estratégico. Cada elemento singular le sirve de referencia para la comprensión de la "totalidad". Esto ya en el prefacio a su "Philosophie des Geldes" lo había dejado bien claro: "El sentido y la meta de todo esto es trazar una línea directriz que vaya desde la superficialidad del acontecer económico hasta los valores y significaciones últimos de todo lo humano.

El sistema filosófico abstracto se mantiene tan alejado de las mismas manifestaciones aisladas, especialmente de la existencia práctica, que tan sólo puede postular su redención del aislamiento, de la falta de espiritualidad... Aquí se ha de manifestar aquélla según un ejemplo, esto es, según el ejemplo del dinero que no solamente muestra la indiferencia de la pura técnica económica, sino que, por así decirlo, es la misma indiferencia, en la medida que todo su significación final no reside en él mismo, sino en su transferencia a otros valores. ...

La unidad de estas investigaciones... reside... en la posibilidad, que ésta por demostrar, de que se puede encontrar la totalidad de su sentido en cada singularidad de la vida" (fragmento del prólogo a la Filosofía del dinero).

Lo problemático, sin embargo, del planteamiento simmeliano es su mismísimo paradigma sociológico: la "Wechselwirkung". Extiende la evidencia de "interrelación y interacción recíproca" de los fenómenos sociales a todos los demás saberes y realidades humanas. Así que nada hay de trascendente, permanente, estable, substancial. Simmel, al igual que la segunda generación de pensadores sociológicos en general, defiende el más absoluto relativismo (7) de las cosas.


Todo es relativo a todo, al igual que en el espacio einsteiniano: lo relativo es el absoluto a la vez que es signo de unidad profunda. En tanto que se presume haber dejado atrás definitivamente el bagaje intelectual multi-secular de la finitud del tiempo y de la historía (característica de la revelación del Dios personal creador de la tradición judío-cristiana), la historia se resolvería en circularidad infinita entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo particular y lo universal, entre lo material y lo espiritual, entre "vida económica" y "cultura espiritual": "En la práctica del conocimiento todo esto se desarrolla en una reciprocidad sin fin... En esta alternancia y enredo (infinitos) de los principios conceptuales y opuestos de conocimiento resulta práctica y viva para nosotros la unidad de las cosas".

La realidad del dinero, -como veremos-, es mero motor y símbolo paradigmático de la relatividad de las cosas. Y en cuanto tal le interesa a Simmel. No le interesa -dice-tanto la verdad objetiva sino la verdad formal metodológica de su paradigma relativista: "(su) importancia metodológica como forma de aciertos futuros" (8). En este sentido Simmel es un buen posmoderno, postestructuralista.

El desear, definitivamente, no tiene término. Así se trasluce, por su común "pugna" por el rescate de la libertad individual, la herencia nietzscheana. Pese a esa «metafísica del deseo» no cabe duda de que la obra de Simmel manifiesta una vivencia pura y aguda de lo espiritual; sin embargo -tampoco deja lugar a dudassu espiritualidad no comporta rasgo de trascendencia tal como lo entiende el dogma cristiano.

En este lugar me pareció conveniente intercalar -aunque sólo de modo generalísimo- un breve excurso acerca del pensamiento del "método", clave hermenéutico fundamental para situar de modo correcto el alcance de las tesis simmelianas. Bien sabido es -sobre todo desde que Gadamer escribió "Verdad y Método"- que cualquier postulado metodológico, aparentemente neutral, limpio y objetivo, contiene una ontología encubierta, unos injertos valorativos que son el punto de arranque del metodo.

Del mismo método dependen ya las conclusiones que se saquen de la investigación: no hay método "inocente". El método sociológico de la "Wechselwirkung" (interacción recíproca), en consecuencia, se está referiendo, sacado fuera de su lugar apropiado, a realidades más generales y universales. Esto es lo que se presume cuando se intenta aplicar el modo de conocimiento apropriado para el conocimiento de una realidad particular a realidades de otro orden.

Aristóteles está en lo cierto -sin dudaal insistir que no se debiera inducir la verdad de una cosa desde un modo de conocer -así lo hipotetiza la razón desde Descartes y Kant al postular como primera actividad del intelecto su capacidad reflexiva, es decir, el volver y replegarse sobre su propia facultad de conocer-, sino que -bien al contrario- el modo de conocer una cosa habría de rigirse por la cosa misma (adaequatio res et intellectus), es decir, la primera actividad del entendimiento humano consiste en el salir fuera de su propia facultad reflexiva para luego volver a ella. Así que, en la tradición aristotélica, la verdad propiamente está en el juicio, sí, -es decir, en un acto del sujeto, y no en la cosa-, pero, no obstante, no se cae en una racionalidad autoconstituyente de la realidad.

Esto es la racionalidad moderna, típicamente desde Descartes y Kant. En el mismo error -parece obvio-cae también Simmel al confundir aquellos ordenes de realidad donde por medio de la experiencia se puede y se debe sacar la conclusión de la relatividad - mejor dicho, de la «relacionalidad» de las cosascon otros ordenes de más intensa y absoluta -aunque misteriosa-unidad.

Evidentemente, el tema de la «relación» una de las «categorías» aristotelicas es un tema eminentemente especulativo y requiere al mismo tiempo un modo adecuado de "colocar" la «negación». Cuando la «negación» (9) (negatividad, alteridad, límite, diferencia, el aliquid) no se "coloca" bien -no saber cómo controlar y domesticar constiytuye la aporía sin resolver de la reflexión metafísica (con sus enormes consecuencias para la filosofía práctica puesto que la práxis es vida, y la vida es diferencia)- no se sabrá evitar la postura moderna radical, es decir posmoderna: del movimiento eterno.

El deseo (la codicia) se vuelve infinito porque no encuentra su "pareja" con una realidad esencialmente infinita, en la cual puede reposar definitivamente. Esto sería el momento en el cual la negación (lo propio de la voluntad al ser básicamente movimiento) quedará superada, pero no aniquilada, como ocurre en los modelos racionalistas o idealistas, sino domesticada definitivamente.

Para volver a Simmel, es cierto que en este observador fino de la realidad toda esta secuela de problemas metafísicos, gnoseológicos, epistemológicos toma su "reprise" y aboca en el proceso "ad infinitum" (10) recíproco entre lo objetivo y lo subjetivo. La potencia se reafirma como lo primero, ontológicamente, no sólo -como es obvioen el sentido temporal.

El "subjeto autoconstituyente" se "engorda" objetivandose y apropiandose de su "producción" (modelo «poiético»). En el fondo, para ser coherente, ni hay subjeto propiamente dicho, no hay algo substancial porque se construye desde la nada. La naturaleza tanto infrahumana como humana se disuelve en un movimiento cósmico-ontogenéticoeterno.

La naturaleza ya no es principio sino resultado. El "being" se trueca en "becoming", en un proceso de retroalimentación. Esto es la visión relativista del "ser" de las cosas. Lo que hace Simmel, en definitiva, es profundizar en ella desde un angulo sociológico. Pero no es posible, como lo pretende Simmel, encontrar la totalidad de su sentido en cada singularidad de la vida, si esto implica un método único, con pretensión universal, a saber, la relatividad (Wechselwirkung) de las cosas.

En consecuencia, la presente investigación tiene un presupuesto metodológico inverso al simmeliano. Dejaremos de lado -siempre cuando sea posible, sin disminuir la comprensión del argumento simmeliano-esta base epistemológica, este credo filosófico-cientifico (que acabamos de discernir vagamente) desde el cual Simmel infiere la parte descriptiva de su filosofía del dinero.

El trasfondo de su pensamiento lo constituye -para decirlo con sus propias intenciones- un radical relativismo general. Aquí -sin plegarnos a ese trasfondo- intentaremos aprovechar y destacar, por el contrario, todas las innumerables observaciones analíticas finísimas y muy acertadas acerca del "ser" y "obrar", esto es, la esencia y la eficiencia del dinero: su origen antropológicofilosófico y sus repercusiones en el vastísimo tejido de relaciones que tiene el hombre con respecto a sí mismo (ética en sentido estricto), con respecto a la comunidad política (ética política) y con repecto a lo trascendente a él (la religión).

Lo que interesa aquí, sin más, es la relatividad del dinero, en cuanto relaciona las cosas, sin hacer eco del credo simmeliano general de que el dinero sea la "substanciación de la forma general del ser", según la cual las cosas encuentran su significado único e exclusivo en su mutua relación recíproca". No hay una tal forma general del ser.

Según Leonardo Polo, toda la filosofía moderna hasta en sus ramificaciones epistemológicas cae en un error que él llama «error de simetría», o sea, pensar que la búsqueda del «fundamento» es la meta filosófica adecuada para pensar el sujeto. Así el hombre se convierte en principio, en principio no principiado. El hombre y su libertad se tematiza con la metafísica o contra la metafísica. Este afán destructor se explica, entonces, por no llegar a abandonar, como distinción más radical, el esquema potencia-acto. Aunque a la inversa, esto significa proceder simétricamente a la filosofía clásica.

Ahora bien, difícilmente puede Simmel abandonar este error de simetría. Se mueve en la tradición moderna aun cuando la combata con un tipo de evolucionismo de la mente (11) (ecology of mind) y relativismo a ultranza. Construye sociológicamente sobre la distinción acto-potencia, esto es, postula un proceso infinito de retroalimentación.

Esta distinción, además, ya no es real sino un producto de la mente. Acto y potencia, naturaleza y espíritu entran en un proceso de retroalimentación "ad infinitum", en una relación dinámica con crecimiento que conduce por la "vía cultural" a cada vez más radicales escisiones entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo mecánico y lo libre. El motor principal de esta tragedia ha de ser la más genial encarnación de la relatividad: el dinero. Simmel tiene, sin embargo, la esperanza, actualmente defraudada-, de que, mediante ese proceso, ambas dimensiones de la vida pudieran potenciarse indefinidamente.

Daniel Bell, -para citar tan sólo un autor-, en su libro: "Las contradicciones culturales del capitalismo", ha expuesto muy detalladamente, por el contrario, que esta dinámica disgregadora del tecnosistema (lo objetivo) y de la cultura (lo subjetivo), en último término, se está autodestruyendo.

El sistema (modelo técnico-poiético) destruye al propio sistema cuando destruye las bases subjetivas (culturales) que lo han producido y mantenido en el ser: el trabajo abnegado, la frugalidad y las demás virtudes puritanas. Se está comprobando, en cuanto al funcionamiento del mismo sistema social, que los modelos autoreferenciales, antagónicos y unilaterales se suicidan, se quitan la propia energía para seguir existiendo y funcionando.

Por lo tanto, en la presente investigación no nos ocuparán demasiado las inferencias omnímodas que hace Simmel desde la relatividad de microámbitos, p.e. la economía monetaria, a ámbitos de otro orden, incluso al "ser" de las cosas en general. No obstante, resultará conveniente no silenciarlas siempre cuando este procedimiento sea más esclarecedor.




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