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Pedro Bautista Blásquez
Santoral /Santoral

Por: José Álvarez, o.f.m. | Fuente: Franciscanos.org

Mrtir en Japn

Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japn, pasin de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compaeros, Declarada una persecucin contra los cristianos, ocho presbteros o religiosos de la Compaa de Jess o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japn, junto con diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su alegra por haber merecido morir como muri Cristo (1597).

Compaeros en el martiro: Pablo Miki, Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compaa de Jess; Martn de la Ascensin Aguirre, Francisco Blanco, presbteros de la Orden de los Hermanos Menores; Felipe de Jess de Las Casas, Gonzalo Garca, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; Len Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Toms Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Toms, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matas, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neofitos.(1597).

Fecha de canonizacin: 8 de julio de 1862 por el Papa Po IX.
San Pedro Bautista nace en San Esteban del Valle el ao 1542, tres siglos ms tarde que San Francisco. No pudo conocerlo, naturalmente, pero posiblemente s conoci al gran reformador de su Orden, Pedro de Alcntara.

Pedro Bautista profesa en 1568, al ao de ingresar. Al venir con los estudios eclesisticos ya hechos, incluso con la orden del diaconado, fue muy pronto ordenado sacerdote y destinado por los superiores al apostolado de la predicacin y a la formacin en la provincia. Parece que no le llenaba esta tarea. A un cierto momento debi de sentir la llamada del Seor: Pedro, rema mar adentro. Y sigui la inspiracin. El clima que se respiraba en toda la pennsula favoreca este impulso. Tras un serio discernimiento, un buen da present su mocin a los superiores, como ordena la Regla (cap. 12), y obtuvo el visto bueno para incorporarse a un grupo de religiosos que iban a partir rumbo a Nueva Espaa (Mjico).

Era el ao 1581. Para all se embarc y all permaneci y trabaj por espacio de casi tres aos. Fue como su noviciado misionero. Vio muchas cosas y la experiencia le servira de gran ayuda para el resto de su vida. Pero l nunca pens que Mjico era la estacin terminal de su aventura. Su objetivo, como el de todos los hermanos de hbito fue siempre China y Japn. Filipinas, con respecto a su ideal, vena a ser como una escala para repostar, no para echar races.

Lleg a Manila como Comisario el ao 1584. Cumplido su cometido, se entreg sin demora a la labor misionera con el celo y el entusiasmo que le permitan las circunstancias. Tan cierto es que slo el amor es misionero! El amor que arde en el corazn de los hombres. Este es el secreto del ardor misionero de Pedro Bautista. Pero cmo predicar a los nativos sin apenas conocer su lengua? Recurre a las obras. Entra en contacto con los ambientes ms pobres y necesitados. Visita y cura a los enfermos. Levanta para ellos residencias y hospitales y se convierte en mdico de los cuerpos y de las almas. Los primeros destinatarios de este nuevo misionero y de sus compaeros de religin fueron los leprosos y los pobres, como lo fueron para San Francisco (cf. Test 3). Si esto caus impresin en Filipinas aun entre algunos cristianos y eclesisticos empleados en la labor misionera, lleg a causar alarma entre los polticos cuando pblicamente alz la voz en defensa de los derechos conculcados de los pobres.

Su amor apostlico le llevaba a ser estropajo de los leprosos y abogado defensor de los sin voz, injustamente maltratados y explotados, a veces, por los colonizadores y encomenderos. Pedro Bautista ya haba sido testigo de ello en Mjico y saba de boca de los indgenas lo que marcaba la diferencia para ellos entre el misionero franciscano e incluso otros misioneros. Lo recoge el historiador mexicano Miguel Len: A los indgenas les gustan los franciscanos porque estos andan pobres y descalzos como nosotros, comen lo que nosotros, asintanse entre nosotros, conversan entre nosotros mansamente... Con su amor y caridad atraen tanto a ricos como a pobres..., mucho ms a los indios pobres. Nunca se hall pleito ni quejas de los bienaventurados hermanos.

Los malolientes indios y leprosos que detestaban incluso algunos misioneros, les olan a cielo a los franciscanos en Mjico, Filipinas y Japn, sigue diciendo el mismo autor. Otro observador veraz de los hechos comenta: Mientras nosotros en nuestras pesqueras damos muerte a los indios, estos hijos de San Francisco han preferido morir por ellos (Rodrigo de Niebla, cronista). Esta ha sido otra constante histrica de la Orden.

Pedro Bautista conoca muy bien todo esto y lo haba asimilado por ser y responder al mtodo recomendado por San Francisco en la primera Regla, que dice: ... y los hermanos que van entre sarracenos y otros infieles, pueden comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno, que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda humana criatura por Dios, y confiesen que son cristianos. Otro, que cuando les parezca que agrada al Seor, anuncien la Palabra de Dios para que crean, se bauticen y hagan cristianos (1 R 16).

Se trata no de imponer, sino de proponer, no tanto de demostrar con argumentos, cuanto de mostrar con la vida y las obras. El amor es praxis. San Pedro hizo experiencia en Filipinas de que el mejor soporte del misionero era la vida escondida con Cristo en Dios, es decir, la contemplacin, la austeridad de vida expresada en la penitencia, la descalcez y, sobre todo, en la pobreza evanglica, elementos todos nucleares y vertebradores de las ordenaciones de la reforma Alcantarina profesada por el santo y sus compaeros.

Y aprendi, igualmente por experiencia, que el mejor plpito para el misionero franciscano eran los hospitales y las escuelas erigidas al lado de las iglesias pobrecillas y los conventos para atender a los pobres y enfermos y para sacar a todos de las tinieblas de la ignorancia y el error.

Cuando son la hora de Dios y Pedro Bautista fue designado embajador de Felipe II ante el emperador del Japn Taikosama, trasvas con l su metodologa misionera al Japn tambin. Al emperador nunca le inquiet este nuevo modo de vivir y actuar de los nuevos misioneros; al contrario, le complaca, y por eso les prometi toda suerte de ayuda. A su oferta de hijos, l respondi que sera su padre.

La novedad introducida por Pedro Bautista y sus hermanos franciscanos de la descalcez caus profunda impresin en el mbito japons, no por la misin diplomtica de Pedro Bautista, sino porque mostraban un talante propio, distinto del de otros misioneros, pues a ninguno de stos haban visto los nativos descender a lavar a los leprosos, curarlos y hasta besar sus heridas, andar descalzos y con el hbito remendado, vivir de limosna y a la intemperie como los ms pobres, menospreciar las riquezas, etc. Esto produjo necesariamente divisin de opiniones y posturas: en algunos, celotipia; en otros, incluso gentiles, admiracin y estima.

Fray Juan Pobre, excelente reportero de los acontecimientos, recoge en su Historia comentarios como ste: ... su ley es la mejor de todas, y que deba haber algn premio en la otra vida, pues en sta curaban a los leprosos, que tanto en Japn aborrecan. Los frailes eran noticia en todo Japn. De todas partes llegaban al hospital de Miyako y al de Nagasaki sobre todo leprosos para comprobar cosa tan extrema. Al constatarlo con sus propios ojos, un testigo que an era gentil comenz a predicar a los leprosos diciendo: Tened en mucho esta obra maravillosa que estos extranjeros blancos hacen con vosotros... Y mirad que seis agradecidos, pues no hay padre ni madre que tal haga con sus hijos cuando estn leprosos; cortarles s y matarlos, mas regalarlos as, como stos hacen con vosotros, nunca tal se ha visto en Japn.

Fcil es suponer la fuerza de atraccin que paulatinamente comenz a ejercer la vida y comportamiento de los nuevos misioneros. Lo que nos resulta difcil de comprender es que al mismo tiempo y por la misma razn fueran conminados a abandonar la misin de Japn. El historiador jesuita padre Frois tacha a los franciscanos de imprudentes y temerarios por su metodologa misionera. Y el mismo obispo, Pedro Martnez, de la Compaa de Jess, invocando la autoridad papal y la suya, les prohibi toda actividad apostlica y asistencial, y hasta la mendicacin para sobrevivir, con objeto de que abandonaran su campo de misin en Japn.

Las causas y acusaciones eran tan infundadas que forzaron una rplica bien ponderada del pacfico embajador, Pedro Bautista, que revela la talla de su enorme personalidad humana y evanglica. En una carta preciosa dirigida al obispo le dice entre otras cosas: Y tambin advierta vuestra Seora que nuestros Breves (documentos pontificios) los han examinado doce telogos y un doctor en leyes, y todos nos obligan, so pena de pecado mortal, a no dejar las almas del Japn. Y cuando V. Seora por fuerza y, como dicen, nos quisiera tomar por hambre, como parece lo ha mandado vedndonos las limosnas, sepa que aunque coma hojas de rboles no tengo que dejar el Japn hasta que lo mande el Papa y el Rey muy bien informados; porque tanto como esto conviene hacer por las almas que Cristo nuestro Redentor con su sangre redimi (Carta de finales de 1596).

Pedro Bautista y sus compaeros, animados por el espritu, el celo y el amor, a pesar de tantas dificultades, no pasaron a la clandestinidad sino que se mantuvieron a cara descubierta junto al necesitado hasta el da en que les encarcelaron. La pobreza franciscana siembra amor y florece en bienaventuranza, pero tiene un precio. Pedro Bautista y sus compaeros lo comprobaron cuando por la causa del evangelio les pidieron la vida en el calvario de Nagasaki y generosamente la dieron. Les cerraron la boca, pero los pobres siguen gritando: Pedimos con lgrimas y suplicamos que no solamente estos padres no se vayan, mas que antes, para nuestro consuelo, se multipliquen en Japn (de la carta firmada por los pobres enfermos y leprosos de los hospitales de San Jos y Santa Ana, que son ochenta).

Pedro Bautista realiz el sueo acariciado por San Francisco: Rubricar con la propia sangre del martirio el anuncio del Evangelio como verdadero fraile menor.