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La vigilancia del hombre sabio
Escritores Actuales /Córdova Sergio

Por: P. Segio Córdova LC | Fuente: es.catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 12, 32-48

"No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. "Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. "Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre." Dijo Pedro: "Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?" Respondió el Señor: "¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. "Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.

Oración introductoria

Señor, creo en Ti con todo mi corazón. Confío en tu infinita bondad y misericordia. Gracias por tu paciencia y tu gracia que me guía por el sendero. Te quiero y te ofrezco todo lo que tengo. Lo que he hecho es para Ti, para tu gloria y la salvación de las almas. Dame la gracia de no sólo querer que me escuches, sino también de querer escucharte.

Petición

Señor Jesús, dame el ánimo para mantenerme siempre vigilante y comprometido en hacer tu santísima voluntad.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Ser y vivir verdaderamente libres, como hijos de Dios.

En este Evangelio puedo descubrir un tema importante para mi vida como cristiano. Un tema que tal vez hoy no me detengo mucho a considerar, pues el mundo se ha ido encargando de dejarlo de lado. Es el tema de la vida eterna.

Como cristiano auténtico me llamas a creer en la vida eterna no como una fábula, un mito, un cuento para niños buenos. La vida eterna, la vida después de esta peregrinación por esta tierra, es verdadera, es real. No todo termina con esta vida. ¡Tú me llamas a una vida feliz por toda la eternidad!

Es desde esta perspectiva que puedo entender tu consejo de no acumular tesoros en este mundo donde todo pasa, sino almacenar para el arca del cielo. Es leyendo este pasaje, con esta visión, que puedo comprender tu recomendación a estar preparado y en vela para cuando me llames.

Dame la gracia, Señor, de recordar que me has hecho para ser feliz y serlo para siempre. Clava en mi mente y en mi corazón la realidad de que después de esta vida puedo encontrarme contigo y verte, tocarte, abrazarte, conocerte tal y como eres. Haz que anhele ardientemente este encuentro contigo. Porque sólo si lo deseo ardientemente, podré trabajar con esfuerzo por alcanzar eso que deseo.

La mejor forma para prepararme para el encuentro contigo es la fidelidad. “Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá.” Dame la gracia de serte fiel siempre. Podría preguntarme en esta oración, ¿Cómo está mi fidelidad a Ti? ¿Soy fiel a los compromisos que he adquirido con los demás? ¿Qué es la fidelidad para mí?, y para Ti, Señor, ¿qué significa ser fiel?

Día tras día experimento tu fidelidad y generosidad. Ayúdame a responderte como mereces ya que como dice la frase popular: amor con amor se paga.

«Cuando una sociedad ignora a los pobres, los persigue, los criminaliza, los obliga a «mafiarse», esa sociedad se empobrece hasta llegar a la miseria, pierde la libertad y prefiere «el ajo y las cebollas» de la esclavitud, de la esclavitud de su egoísmo, de la esclavitud de su pusilanimidad, y esa sociedad deja de ser cristiana. Queridos hermanos y hermanas, […] existe una “última hora” y que existe la “plenitud del tiempo”. Al concluir este año, al dar gracias y pedir perdón, nos hará bien pedir la gracia de caminar en libertad para poder así reparar los numerosos daños ocasionados y poder defendernos de la nostalgia de la esclavitud, defendernos del “nostalgiar” la esclavitud.»

(Homilía de S.S. Francisco, 31 de diciembre de 2014).

Reflexión

Un turista americano visitó al famoso rabino polaco Hofetz Chaim. Y se quedó asombrado al ver que la casa del rabino consistía, sencillamente, en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una mesa y una banquita.
- Rabino, ¿dónde están tus muebles? -preguntó el turista-.
- ¿Y dónde están los tuyos? -replicó Hofetz-.
- ¿Los míos? Pero si yo sólo soy un visitante... y estoy aquí de paso... -dijo el americano-.
- Lo mismo que yo –le dijo el rabino-.

Esta simpática historia nos puede ilustrar el tema del Evangelio de hoy. La semana pasada se nos hablaba de la necesidad de pensar más en la otra vida y, en consecuencia, de almacenar riquezas más para la eternidad que para el tiempo presente, puesto que "nuestra vida no depende de nuestros bienes", y no nos vamos a llevar nada de esta tierra, a excepción de las buenas obras que hayamos realizado. El rabino del cuento nos muestra una conciencia clara de esta verdad fundamental.

Pues este domingo el Señor viene como a completar su pensamiento al respecto, dando un paso más hacia adelante. No basta sólo con pensar en el más allá y que sepamos qué es lo verdaderamente importante y esencial en nuestra existencia. Hemos de regir toda nuestra vida según esos criterios de eternidad. Pero, como vivimos en un mundo lleno de tentaciones que pueden apartarnos de Dios, Jesucristo nos invita reiteradamente a la vigilancia.

Primero, retomando el tema de la semana pasada, nos recomienda que vendamos nuestros bienes y demos limosna; o sea, que nos desapeguemos de las riquezas de esta tierra para ayudar con más generosidad a nuestros semejantes. Y enseguida nos dice que nos hagamos tesoros inagotables en el cielo, donde los ladrones no los pueden robar ni corroer la polilla; es decir, nos invita a poner todo nuestro corazón y nuestras esperanzas en las cosas del cielo, no en las de la tierra, pues "donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón". E inmediatamente después viene la recomendación a la vigilancia.

Hoy nuestro Señor nos presenta tres brevísimas parábolas, una detrás de la otra -a modo casi de viñetas- para hacernos entender mejor su propósito y su mensaje: los criados que esperan en la noche la vuelta de su amo; la irrupción inesperada del ladrón en la casa para desvalijarla; y el administrador diligente, siempre dispuesto a presentar a su dueño los resultados de su buena gestión. Y, en estas tres escenas, el tema es el mismo: la espera vigilante y dinámica del Señor.

La vigilancia no es esa sensación asfixiante de miedo o de angustia ante lo inesperado, y con un cierto matiz de pánico ante lo desconocido o por el temor del castigo. No. La vigilancia es una virtud evangélica fundamental, unida íntimamente a la conciencia de la propia indigencia y a la fragilidad radical del hombre para obrar el bien. Pero, además, están todas esas asechanzas y ocasiones que nos presenta el mundo, el demonio y las propias pasiones para ser fieles a nuestro Señor y a la tarea que ha puesto en nuestras manos.

La vigilancia, especialmente cuando la noche se prolonga y parece que nunca va a terminar, se sostiene con la fuerza de la esperanza cristiana, y comporta tres cosas fundamentales. La primera, una mentalidad de gente que va de viaje: "tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas" –nos pide nuestro Señor-; la conciencia clara de los peligros que nos amenazan, pues basta un momento de distracción, de decaimiento, y ya hay alguien que se aprovecha para robarnos los valores más preciosos. Y, finalmente, una fidelidad constante y una gran sensatez, que es sinónimo de prudencia, de responsabilidad, de lealtad al amo y de respeto hacia todas las personas y cosas que él ha puesto a nuestro cuidado.

Por eso, para tender hacia lo eterno, para "buscar y aspirar a los bienes de allá arriba" –como nos recomendaba Pablo en la carta a los colosenses- , nos es imprescindible la virtud de la vigilancia.

Vigilancia, que es sinónimo de atención, cuidado, celo y desvelo para que los dones que Dios nos ha confiado no sufran detrimento a costa de nuestras pasiones o de los embates del enemigo –el demonio, el mundo y la carne—. Vigilancia es, pues, saber esperar. Pero no una espera pasiva, inútil y estéril, sino la espera activa y dinámica del hombre sabio y prudente, que busca ajustar su comportamiento a la voluntad de su Señor.

Cuando no hacemos esto, obramos como el administrador infiel que, cansado de esperar a su amo, comienza a comer, a beber y a emborracharse, a golpear a los empleados y a las muchachas, y a cometer toda clase de abusos y desmanes. Entonces –nos dice Jesús— llegará el amo, cuando éste menos lo espera, lo despedirá y lo condenará a la pena de los infieles. Allí recibirá muchos azotes. Éste es un retrato perfecto del pecado, del desorden radical que impone la soberbia y el orgullo en nuestra vida, y las consecuencias que éste conlleva: el grave sufrimiento que causamos a los demás con nuestra prepotencia y egoísmo brutal. Como es obvio, esto no puede quedar impune: la justicia divina exige un castigo a los siervos malvados a causa de sus malas obras.

Diálogo con Cristo

Jesús, ¡que toda mi vida se resuma en escucharte y en obedecer tu voz! Gracias por fortalecerme en los momentos de tentación o de distracción. Ayúdame porque quiero estar siempre vigilante, esperándote y dedicando mi vida, de una manera más comprometida, para construir tu reino en mí y en los que me rodean.

Propósito

Vivamos, pues –como el rabino del inicio- como quien va de viaje, como quien está de paso por esta tierra, sin apegarnos a las cosas caducas de acá abajo. Y, sobre todo, obremos en consecuencia, llevando a nuestra vida de cada día estas certezas de nuestra fe. "¡Dichosos los siervos aquellos a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela! Os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a su mesa y les irá sirviendo". Éste es el gozo eterno que recibiremos como premio, al final de nuestra vida, si permanecemos fieles a nuestro Señor. "¡Siervo bueno y fiel, entra al banquete de tu Señor!"

Preguntas o comentarios al autor

P. Sergio Cordova LC