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25 años de la primera encíclica de Juan Pablo II

25 años de la primera encíclica de Juan Pablo II
El 4 de marzo de 2004 se cumplen 25 años de la encíclica Redemptor hominis, del Papa Juan Pablo II


Por: P. Fernando Pascual | Fuente: es.catholic.net (13-2-2004)



El 4 de marzo de 2004 se cumplen 25 años de la primera encíclica del Papa Juan Pablo II. La encíclica, publicada con fecha de 4 de marzo de 1979, se titulaba Redemptor hominis (El Redentor del hombre). Estaba dividida en cuatro capítulos: Herencia (nn. 1-6); El misterio de la Redención (nn. 7-12); El hombre redimido y su situación en el mundo contemporáneo (nn. 13-17); La misión de la Iglesia y la suerte del hombre (nn. 18-22).

Como en toda encíclica de inicio de Pontificado, el nuevo Papa quiso presentar a la Iglesia lo que creía ser el querer de Dios para su pontificado, para el camino que continuaba la Iglesia, ahora con el servicio del sucesor número 263 de san Pedro.

Su mirada se dirigió, primeramente, a Aquel en quien la Iglesia tiene su sentido, en quien la humanidad ha sido salvada. Miraba a Jesucristo, el Redentor, el Salvador del hombre, de cada hombre. La centralidad de Cristo Redentor es un tema presente en toda la encíclica, aunque brilla de modo especial en el capítulo II (El misterio de la Redención).

Miraba también al pasado más cercano, a la herencia inmediata que la Iglesia recibía de los Papas Juan XXIII y Pablo VI; el primero convocó e inauguró el Concilio Vaticano II; el segundo lo llevó a término y lo fue aplicando a la vida de la Iglesia. El tema del Concilio destaca en cada uno de los capítulos de Redemptor hominis, pues el Pontificado de Karol Wojtyla, que escogió el nombre de Juan y de Pablo en recuerdo de sus dos predecesores, se colocaba dentro de ese gran esfuerzo de renovación de la Iglesia que fue el Concilio Vaticano II.

El documento dirigía una especial mirada al futuro, a ese año 2000 que se acercaba con velocidad: el año del “gran jubileo” (cf. n. 1). Hablar del jubileo, pensar en el jubileo, era, de nuevo, volver la mirada al festejado, a Cristo. Y como Cristo se había unido, con su Encarnación, a cada hombre (a todos los hombres, sin excepción, cf. nn. 13-14), la mirada se extendía a toda la humanidad, en estos momentos de la historia humana que son analizados, desde la fe y el amor, en el capítulo III de la encíclica.

No podía faltar, en la primera carta encíclica del Papa, el tema de la Iglesia, una Iglesia cuyo camino es Jesucristo (n. 13). Pero si Cristo se ha unido a cada hombre, si Cristo es el Redentor de todos los hombres, entonces el hombre “es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención” (n. 14).

Podríamos señalar otras riquezas encerradas en esta primera “carta circular” (eso es lo que significa “encíclica”) de Juan Pablo II a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a los hijos de la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. De modo especial destacan las palabras que el Papa dirige sobre el misterio del hombre revelado en Cristo:

“El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa vivamente en él. Precisamente por esto, Cristo Redentor, como se ha dicho anteriormente, revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es -si se puede expresar así- la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad. En el misterio de la Redención el hombre es ´confirmado´ y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Él es creado de nuevo!” (n. 10).

Redemptor hominis cumple 25 años. Este aniversario es una invitación a coger entre nuestras manos una carta madura y hecha realidad en la entrega diaria de un Papa que ha mantenido fija su mirada en Cristo y en los hombres todos de este planeta lleno de angustias y esperanzas. Quizá descubriremos cómo el mismo Redentor del Hombre, que llamó a Karol Wojtyla desde Polonia al servicio de la Iglesia universal, nos susurra palabras de amor y de misericordia, nos desvela nuestra dignidad y nuestra pequeñez, nos encara ante los retos que la humanidad enfrenta en este milenio, y nos invita a confiar, a continuar con nuevo entusiasmo nuestro camino hacia el Padre. “No temáis, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).




Carta encíclica Redemptor hominis






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