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¿Sexo en las Aulas?

¿Sexo en las Aulas?
Evelyn Voshege, ante una situación desesperante (8 de cada 10 chicos suspendían la materia de literatura), Voshege decidió comenzar


Por: Martha Rodríguez | Fuente: Mujer Nueva



Australia no es el único país que está convenciéndose de la eficacia dela educación separada. Este verano, David Blunkett, Secretario para la educación en Inglaterra, anunció que los planes piloto de educación
estatal dividirían en clases de chicos y chicas algunas asignaturas básicas. Algo semejante puede decirse de Estados Unidos.


Resulta una tendencia curiosa si se tiene en cuenta cuántos esfuerzos han sido necesarios para garantizar el derecho de las mujeres a recibir la misma educación que los hombres.

La educación mixta o coeducación se presentaba como el camino más adecuado para alcanzar la igualdad entre los sexos y eliminar el así llamado “gender gap”. De hecho, los argumentos que la apoyan tienen un peso considerable. Se dice, entre otras cosas, que prepara mejor a
los alumnos para integrarse e interrelacionarse en una sociedad formada por hombres y mujeres. También contribuye a la eliminación de estereotipos sexuales, y a la ruptura de esquemas por parte de los
estudiantes a la hora de elegir una profesión.



Sin embargo, continúan abriéndose paso los argumentos contrarios. Muchos expertos consideran que los niños y las niñas necesitan
distintos estilos de enseñanza para alcanzar un rendimiento pleno, y que la enseñanza mixta dificulta la labor de los profesores. Los resultados de los estudios al respecto son elocuentes: por ejemplo, Lee y Bryk
descubrieron efectos positivos de la educación separada en los dos sexos, a partir de una muestra de 1.807 alumnos de 75 escuelas de High
School en Estados Unidos (1). Los estudiantes que recibían una educación paralela demostraban un mayor rendimiento académico y
aspiraciones más altas, siendo el efecto mayor aún en el caso de las
niñas. Ellas dedicaban más tiempo a su tarea escolar, y mostraban más entusiasmo en la literatura y en las matemáticas.

También Graham Able, director del Duilwich College de Londres, halló que los estudiantes obtenían mejores calificaciones en el caso de la
enseñanza paralela. Los resultados de las niñas eran entre un 33 y un 5% mejores en este caso.

¿A qué se debe esto? Tanto niños como niñas reducen su atención y participación, y aumentan su indisciplina cuando se encuentran en clases
mixtas. ¿Por qué? Seguramente, por una confluencia de factores.

Es sabido que la maduración física y psicológica de hombres y mujeres sigue un ritmo muy distinto. Esto supone que en ciertas edades se dé un verdadero desequilibrio en el grado de madurez de los dos sexos, que hace necesaria un trato y un modo de enseñanza distintos (2).

Además del desarrollo madurativo, existen diferencias psicológicas(personalidad, afectividad, voluntad, etc.) y psíquicas (forma de pensar) permanentes en ambos géneros. El estudio de Kraemer antes citado es
original en este sentido: expone cómo muchas de las diferencias entre hombre y mujer tienen una base genética, que se manifiesta morfológica
y fisiológicamente desde las etapas más tempranas del desarrollo embionario.

Tanto la coeducación como la educación paralela tienen sus pros y sus contras. De ahí que se estén sugiriendo planes que pretenden combinar
lo mejor de ambas, presentando la modalidad mixta para ciertas asignaturas y la paralela para otras. Sea cual sea el tipo de educación por el cual se decante cada uno, todos debemos tener presente que niños y niñas no son iguales, y que no pueden ser enseñados de la misma
manera. Una educación será verdadera si atiende a cada una de las facetas de la persona humana, respetando sus particularidades potenciando sus capacidades y completando sus deficiencias.

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NOTAS

(1) Lee and Bryk, A.S. (1986) Effects of single-sex secondary schools
on student achievement and attitudes. Journal of Educational
Psychology, 78, 381 – 195

(2) A este respecto puede consultarse el estudio del psiquiatra infantil
Sebastián Kraemer: “The Fragile Male”, publicado en el British Medical
Journal 1609-1612, 23.12.2000.







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