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Autor: | Editorial:



Transmitir ideas claras y convicciones

El ideal del educador es que el educando haga lo que se le pide o aconseja sobre todo cuando nadie le vigila, que actúe como consecuencia de una respuesta clara a una convicción interior y no guiado por una presión ambiental.

Esto no es fácil de lograr porque influyen muchos factores, pero se puede. Hay algo que es fundamental para conseguirlo y eso es transmitir a los hijos ideas claras y convicciones profundas, aunque sean muy sencillas, que rijan su comportamiento y le ayuden a guiarse ante diversas situaciones de su vida o, dicho de otra manera, educar en valores sólidos y profundos. Para obtener este fruto en la formación de los hijos es muy conveniente:

Primero: que conozcan claramente los principios.
Segundo: que conozcan los mecanismos para aplicarlos.
Tercero: que quieran de verdad vivirlo, que sientan afecto por poner en práctica esa convicción viendo en ella un verdadero bien para ellos. Aquí entra la explicación y la motivación conjuntamente.
Vamos a poner un ejemplo para que resulte más claro.

Supongamos que queremos inculcar en el muchacho el principio de actuar guiado por su conciencia sin dejarse influir por el ambiente. Es uno de los principios más difíciles de inculcar y esto suele hacerse ya desde los 7 años. Se trata de enseñarle el principio con todas sus derivaciones. Enseñarle que la honradez le llevará siempre a ser fiel consigo mismo y a no tener nada que ocultar si se actúa con buena fe. Después hay que demostrarle los mecanismos, las aplicaciones concretas a los momentos necesarios, ayudarle a formar el hábito de reflexionar y aplicar este principio general a situaciones concretas, reforzar esta aplicación solucionando sus dudas y corrigiendo los defectos que haya tenido en ese campo haciéndole reflexionar y valorar sobre el principio para reforzarlo. Unido a esto hay que hacerle ver el gran bien que hay en ello, tener la certeza de la tranquilidad de conciencia siempre, de poder dormir tranquilo, de saber que para nadie, ni siquiera para el amigo más íntimo, yo tengo nada de reprochable. Dentro de este proceso habrá fallos, habrá situaciones de conflicto con los demás.

Pero es muy importante enseñarle a superarlas con altura, sin despreciar a los que no se guían por esos principios. Y a distinguir entre lo que es hacerse a los demás y lo que es transigir con el ma. A ser comprensivo y al mismo tiempo no abandonar sus principios, a saber que un error no es determinante y que lo que importa es la actitud constante de superación.
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