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B. Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)
1. Descripción de los rasgos más característicos.

El reflexivo es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz, auténtico, audaz, con piedad profunda.

Por ser emotivo, los reproches le duelen hondamente, estos le pueden causar un complejo o una represión obsesiva o una sensación de fracaso. Percibe profundamente cualquier impresión, tanto si es buena como si es mala, alegre o triste. La medita lentamente y la revive una y otra vez.

No busca impresiones nuevas, le gusta ser conservador y cuando la vida le presenta una nueva experiencia le cuesta trabajo adaptarse a ella. Es idealista, pero en forma reservada y moderada. Le atrae lo estético.

Es vulnerable, tímido, pesimista, indeciso, con poco sentido práctico. Es una persona que desconfía de sí mismo. Tiende a la inactividad, al aislamiento, al aburrimiento. Está lleno de costumbres y manías.

El reflexivo tiene escasa aptitud para emprender, para la organización lógica y para la abstracción. Trabaja con interés, orden y método y le gusta hacer las cosas bien; sin embargo se desalienta pronto ante las dificultades, desconfía de sus posibilidades y es lento, tanto en la concepción como en la realización de las tareas. Tiene problemas para adaptarse a nuevas actividades y para el esfuerzo prolongado.

Vive muy apegado al pasado, en el cual se refugia muchas veces, mientras que por otra parte se preocupa de organizar "con la imaginación" su porvenir. Sus proyectos e iniciativas se quedan siempre en el estado de aspiración y de sueño.

Es delicado, muy fiel y constante en el afecto, amante de la soledad y el silencio. Muy recto, honrado, veraz. Con poco se contenta, no es nada ambicioso. Da mucho valor a la vida sencilla y pura. Está predispuesto a la comprensión de los demás, porque es reflexivo, procede con mucha calma y posee un espíritu muy noble y delicado.

Su poca actividad provoca en él la necesidad de una vida reposada, regular, bastante egoísta. Más que el instinto sexual, el verdadero peligro para la castidad del reflexivo consiste en la tendencia y en la necesidad de afecto.

2. Comportamiento religioso.

En el campo espiritual, el reflexivo se siente muy atraído por su introspección hacia Dios de una manera íntima y profunda. Se siente atraído por todo lo que es estable, profundo; por tanto, por el Absoluto.

Por ser emotivo, es sensible al amor de Dios, y por ser secundario se inclina a la vida interior y a la constancia. Sin embargo, apoya su vida espiritual en el sentimiento y no en elementos estables; así se deja llevar fácilmente por estados de ánimo de tristeza, alegría, desaliento y escrúpulos. Como es muy escrupuloso y tiene muchos recuerdos del pasado, manifiesta sentimiento de culpabilidad por lo que hay que hacerle ver que también existe la misericordia.


3. Pedagogía pastoral.

El santo Cura de Ars es ejemplo de este carácter. El reflexivo, por medio de una acertada dirección espiritual, puede llegar a ser un gran santo, sobre todo porque uno de sus rasgos más característicos es su profunda vida interior.

a. Actitud del formador.

El reflexivo está inclinado a la intimidad y la veracidad, va a la dirección espiritual en busca de comprensión y de cariño. Puesto que es muy sensible a la influencia de otra persona y del ambiente en que vive, el formador tiene una enorme responsabilidad en el aspecto humano; requiere tener una gran delicadeza de trato, una profunda comprensión y una paciencia ilimitada. Siempre que sea posible se le debe ofrecer la ocasión para expresarse libremente y a sus anchas; que nunca tenga la impresión de que se le apresura o de que cansa escucharle.

El reflexivo necesita acogida. El formador debe ofrecerle cariño, comprensión y bondad; debe ser un apoyo para él, pero sin exageraciones, para evitar el apego excesivo.

b. Seguridad y proyección a los demás.

Crear y mantener un clima de confianza y comprensión es la única manera de salvar al reflexivo de sus complejos. Hay que infundirle confianza en sí mismo valorando los menores éxitos y restando importancia a los fracasos, con el fin de que sea más optimista.

Tiene una gran capacidad de amar y de ser amado por lo que hay que saber explotar esta fuerza. Que salga del propio yo y se proyecte hacia los demás porque el amor, por definición, es donación permanente. Descubrirle la alegría y satisfacción de la entrega, que se sienta feliz de darse, porque tiene capacidad de amar intensamente. Educarle a amar bien; no a amar para ser amado, con interés egoísta.

Todo el trabajo del formador con el reflexivo deberá consistir en suscitar la transformación del amor "humano" de amistad, en amor sobrenatural de caridad fraterna. La caridad deberá ser la base de toda su formación.

c. Su vida espiritual.

Se le debe orientar para que apoye su vida espiritual en la bondad y misericordia de Dios, así como en un amor personal a Cristo. Confiar en Dios y amarle personalmente, he ahí la base de su vida espiritual. El reflexivo requiere vitalmente de apoyos seguros, y quién mejor que Dios y el formador.

No se le debe orientar en una ascética negativa que lo deprimiría. Que sea consciente de sus posibilidades, las valore y las aplique en su vida espiritual. Conviene formarle en la abnegación de sí mismo: mortificar la imaginación, luchar contra la tristeza y el análisis desmedido de las propias faltas. Hay que convencerle de que su carácter es el mejor dispuesto para el verdadero espíritu sobrenatural. Alertarlo para que no sea víctima de los escrúpulos.

Puesto que se inclina a la oración personal en el silencio, conviene desarrollar en su alma el contacto íntimo y profundo con Dios. Su meditación ha de convertirse en un coloquio personal y no en un pasatiempo y ocasión de desahogo de las propias penas y de la incomprensión de que se cree víctima; por ello habrá que aconsejarle que se olvide de si mismo en la oración. Ésta deberá proyectarle hacia afuera, con un sentido de entrega y generosidad al servicio de Dios y al prójimo.

d. El apostolado.

El reflexivo goza de magníficas cualidades para el apostolado individual, como son la comprensión y la delicadeza con las almas. Por esto hay que suscitar el gusto y el valor por el apostolado. Goza de una emotividad intensa que, encauzada hacia los demás, se puede convertir en un gran celo apostólico.

Se sensibiliza muy fácilmente con las miserias humanas. Por consiguiente, lleva el apostolado en el propio temperamento. Pero a la vez le faltan cualidades propias de un apóstol: dinamismo, liderazgo, coraje. Por esto habrá que formarle en el sentido de responsabilidad y de iniciativa (sobre todo, esta última le es necesaria), para que llegue a poseer una "personalidad" recia y desarrolle su capacidad de liderazgo.

Cuando se haya convencido al reflexivo de que se dedique al apostolado como un medio para el bien de su alma y la del prójimo, se habrá conseguido el éxito. Con sus dotes positivas, después de una buena formación, estará en condiciones de nutrir, a su vez, a otras muchas almas y convertirse en un excelente formador .
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