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Autor: | Editorial:



Motivaciones

Para triunfar en una cosa no sólo hay que estar capacitado para hacerlo, sino que también se ha de querer triunfar. Hombres y mujeres tienen necesidades y ambiciones distintas y ello influye de manera notable en sus logros. En general, los hombres buscan el éxito, el poder, más que otras cosas y para conseguirlo no les importa asumir el riesgo. Las mujeres tienen tendencia a la seguridad.

Se ha dicho que a los hombres les interesan más las cosas y a las mujeres las personas. Las niñas tienden hacia la creación y mantenimiento de relaciones afectivas obteniendo mayor placer y autovaloración del yo por ellas, y ello a lo largo de toda la vida. Los varones tienden hacia la destreza y realización de una obra, a partir de la cual construye sus relaciones afectivas: la autoestima del yo recae sobre sus propios logros y la identidad se recorta en los límites de su poder de realización.

La autoestima en la mujer se sostiene en el entramado de las relaciones afectivas y la identidad incluye de alguna manera a los otros. Esta característica sería la responsable de la mayor vulnerabilidad de la mujer a las separaciones afectivas y a la pérdida del objeto querido.

Las chicas dudan más de su valía personal y esto es lo que más llama la atención en cuanto a las experiencias hechas en las motivaciones de hombres y mujeres. En la mujer es mucho más alta la tendencia a dudar de su capacidad para controlar sus propios destinos, además de faltarles confianza en sí mismas. Por estas dos características son más negativas que los hombres y tienen una mayor tendencia a la depresión. Habría que ver hasta qué punto es algo aprendido por la experiencia o algo innato.

Quizás lo más llamativo es que las mujeres pueden tener buenos resultados en su etapa de aprendizaje, pero esto cambia radicalmente al llegar a la etapa laboral y pocas mujeres llegan a puestos de poder. Quizás en la etapa estudiantil hay poca capacidad de decisión, hay pocos objetivos, aparte de estudiar y preparar los exámenes. Al llegar a la edad adulta, a la etapa laboral, uno se ha de fijar sus propias metas y se ha de decidir lo que se va a hacer para tratar de conseguirlas. La mujer es menos agresiva que el hombre y lucha menos por el poder y el éxito, aunque esto está cambiando. Por otro lado hombres y mujeres desean casarse. Al hombre que desea casarse se le considera maduro y estable. La mujer que comienza a trabajar sabe que el matrimonio y la maternidad son un obstáculo para su profesión, y quizás por ello busca más la seguridad que el éxito: se conforma con menos. El hombre puede dedicar su atención a la búsqueda del éxito profesional. La mujer ha de dividir su tiempo y energía entre su trabajo y una segunda carrera: la de madre y ama de casa.

Los hombres son más agresivos y competitivos por el poder. La mujer, hasta hace poco se retiraba del territorio de la pelea cuando llegaba el momento de tener hijos y cuidarles. Quizá también por eso los hombres son más sensibles al estrés porque entran con mayor facilidad que las hembras en los desafíos y conflictos de poder.

Los hombres son más agresivos que las mujeres y en ello juegan su papel las hormonas sexuales masculinas que preparan ciertas estructuras del cerebro (el hipotálamo y la amígdala) bajando el umbral de excitación para que se activen con más facilidad, como se ha podido demostrar con la actual ciencia médica.


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