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Autor: | Editorial:



Diferencias psicológicas entre hombre y mujer

El proceso de reproducción sigue a una diferenciación sexual con una clara base biológica. La existencia del dimorfismo sexual es un hecho que cualquier observador puede advertir. Ello no quiere decir que las diferencias hombre- mujer sean sencillas de explicar, ni que sea posible distinguir con facilidad lo biológico y lo cultural.

Entre los primeros factores que se perciben de otra persona está si es hombre o mujer. Al mismo tiempo se tienen ideas preconcebidas sobre como son los hombres y las mujeres y sus comportamientos "típicos". Dentro de los rasgos masculinos estaría la agresividad, la fuerza lógica, la actividad, la decisión, la confianza en sí mismo, la ambición, la independencia, el dominio, el idealismo. Por contraposición a la mujer se le asignaba la ternura, la compasión, la pasividad, la dependencia, la emotividad, la sumisión, la subjetividad, la sumisión, la indecisión. Con el conjunto de esos rasgos se construyó un modelo, el icono de lo masculino y lo femenino que se trasmitió de generación en generación. No eran reales, pero servían para organizar la convivencia. En la última mitad del siglo pasado estos modelos se han puesto en duda, pues no correspondían a la realidad, al mismo tiempo se ha puesto el énfasis en lo cultural como factor determinante de los roles de mujer y varón eliminando las diferencias biopsicológicas que existen entre ellos. Lo que también es un exceso.

La tendencia al igualitarismo dificulta descubrir lo específico de cada sexo más allá de las formas estereotipadas de otras generaciones. La confusión ha sido el fruto del las nuevas tendencias en cuanto a la identidad psicológica de hombre y mujer. Más allá de percepciones sencillas como que el hombre está más orientado a la acción y la mujer es más pasiva, o que la mujer está más orientada al otro, al tú con mayor capacidad de sacrificio y de empatía. Lo cierto es que aún cuando un hombre y una mujer hacen las mismas cosas, el modo de realizarlo es diferente.

Diferencias en la emotividad.

Parece que la mujer está más sujeta a los sentimientos, mientras que el hombre se rige más por la razón. Pero no es fácil medir la emotividad pues pertenece a la experiencia subjetiva. No es fácil tampoco comparar los sentimientos de dos personas. Muchas veces se miden desde la subjetividad del observador lo que lleva a distorsionar la realidad. Por otro lado sólo se pueden medir los sentimientos que se transmiten al exterior no los ocultos ni los disimulados.

Hay una manera objetiva, aunque indirecta de medirlos, a través de los cambios fisiológicos medibles como la presión arterial, la temperatura, la frecuencia cardiaca, o cambos en el equilibrio hormonal que pueden medirse en muestras de sangre o de orina, pero no son específicos. Sólo nos indican que esa persona ha experimentado una emoción y en qué grado. Así es posible estudiar como el hombre y la mujer reaccionan de diferente manera ante el miedo y la incertidumbre. Sin embargo, conviene tener en cuenta que estas maneras de reaccionar tienen mucho de aprendido, con lo que no resulta fácil ver con este método qué es lo que les diferencia de manera natural.

Por ejemplo en el caso de los lloros los bebés. Hembra o varón lloran, pero es más frecuente en las niñas. A una edad posterior influye mucho la aceptación o rechazo que encuentran. Los niños perciben que es reprobable llorar y se retraen, en cambio las niñas comprueban que consiguen más cosas por ese camino.

Lo mismo ocurre con la ansiedad. El niño comprueba que es poco varonil reconocer sus temores, mientras que las niñas han oído hasta la saciedad advertencias para que no se fíen de desconocidos o cuestiones similares. Las diferencias naturales varían algo con la educación y la cultura.

Respecto a las diferencias físicas en la mujer son causa de que sea más quejica, más hipocondríaca. Hoy hay una enfermedad de moda, la fibromialgia, el dolor muscular sin causa conocida, que afecta más a las mujeres y que, en muchas ocasiones se debe a una hiperlaxitud de los tejidos. Lo mismo se puede decir de la artrosis y osteoporosis, que afecta de manera importante a muchas mujeres en edad media de la vida por trastornos metabólicos que tienen una relación directa con las hormonas femeninas. Una vía de escape ante el dolor es la queja o el llanto. El hombre lo hará de otra manera, aunque cada vez las diferencias son menores. Si antes los hombres, en muchas ocasiones, buscaban una vía de escape de su ansiedad o de sus problemas a través del alcohol, en la actualidad, el número de mujeres alcohólicas ha ido en aumento de manera progresiva.

Se ha podido ver que cuando hombres y mujeres son sometidos a estrés en el laboratorio, por ejemplo haciéndoles realizar una tarea muy complicada en un ambiente muy ruidoso, la respuesta fisiológica de los hombres es superior a la de las mujeres. En los varones hay mayores cambios en el nivel de glucosa de la sangre, o en frecuencia cardiaca. Al pedirles que describan cómo se encontraban en momentos de estrés, las mujeres expresan con mayor fuerza, con más intensidad su malestar y, a simple vista, puede parecer que ellas han resultado mucho más afectadas que los varones por la experiencia estresante. Esto puede llevar a la conclusión de que las mujeres y los hombres responden de forma diferente frente a las emociones. Los hombres tienen una mayor respuesta fisiológica. Las mujeres responden con una mayor expresividad verbal.

Todo ello se puede observar de la misma manera en la vida ordinaria y diaria. Como es más difícil ver la respuesta fisiológica que la verbal se puede tener la sensación de que la emoción afecta más al sexo femenino que al masculino, cuando en realidad es que resulta difícil decir cual es el sexo que resulta más afectado por esa situación común.

Esta diferente forma de reaccionar frente al estrés puede explicar un hecho bien conocido y es que el hombre tiene una mayor propensión a enfermar en situaciones estresantes. Puede ser que a la mujer se le valore negativamente cuando responde verbalmente frente al estrés, como demasiado emotiva o inestable, pero también es cierto que la mayor respuesta fisiológica masculina, -incrementada quizás al intentar mantener oculta una emoción- contribuya a una mayor propensión a enfermar del varón y ello puede influir en la menor esperanza de vida del varón respecto a la mujer. En la actualidad, el hecho de nacer mujer en España supone la posibilidad de vivir 7 años más que si se nace varón.

La mujer, al verbalizar su emoción, al hacerle frente contando lo que le ocurre, necesita alguien que la escuche. Entonces aparece el riesgo, el miedo a la soledad, a no tener con quién compartir sus experiencias o el miedo a que la persona en cuestión no merezca la confianza depositada. Con esta manera de funcionar, la mujer se hace dependiente de los demás. Así puede llegar a aparecer el sentimiento posesivo, egoísta, de querer otro para ti, de dominarlo para no perderlo; o el sentimiento depresivo cuando se teme perderlo o ya se ha perdido.

Pero la mujer también está cambiando esta forma de reaccionar ante la emoción. Las jóvenes ejecutivas o profesionales reaccionan frente al estrés de manera semejante a como lo hace el hombre, con una mayor respuesta fisiológica, mientras contienen verbalmente la expresión de su emoción. Esto tiene su correlato médico y son cada vez más las mujeres con enfermedades cardiacas, llegando en la actualidad a estar cada vez más equilibrada la proporción de hombres y mujeres.

Cuando se combinan las características clásicas de masculinidad (dominancia, poder, asertividad, actividad instrumental) con las femeninas (empatía, expresión afectiva, expresión de ternura, crianza) se es menos propenso a enfermedades mentales y más capaz de hacer frente a los problemas matrimoniales.


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