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La amnesia social produce discordia social

La amnesia social produce discordia social
Cuando un individuo o un grupo no se reconoce a sí mismo en lo que de veras es, sólo puede relacionarse con los demás a nivel de contienda


Por: . | Fuente: AICA



Buenos Aires, 1 Jun. 09

Festejos del Bicentenario de la patria en la UCA
“Así como la amnesia lleva a un individuo a no saber quién es, y le produce una inquietud permanente rayana en la esquizofrenia, de la misma manera la amnesia social, en sus diferentes formas, produce discordia social. Cuando un individuo o un grupo no se reconoce a sí mismo en lo que de veras es, sólo puede relacionarse con los demás a nivel de contienda”, expresó el arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, durante su ponencia en el panel de clausura del Congreso “Hacia el Bicentenario (2010-2016). Memoria, identidad y reconciliación. Argentina, presente y futuro”, que se realizó del 27 al 29 de mayo.

El prelado, que compartió el panel con el doctor Aníbal Fornari y el presbítero Víctor Manuel Fernández, destacó la necesidad de reconciliación, para lo cual, el primer paso es pedir perdón, pero aclaró que “a pesar de ser lógico que el que ofende debe pedir perdón, nos cuesta muchísimo reconocer que hemos ofendido. Por ello, Cristo nos enseña no sólo a dar el primer paso hacia el que hemos ofendido, sino también hacia el que nos ofendió. Quiere que le facilitemos el arrepentimiento”.

Aclaró que “al dar el primer paso hacia el ofensor, podríamos no ser recibidos, e incluso ser rechazados. Pero habremos abierto el camino. Y eso es ya un gran paso hacia la reconciliación”.

Al hacer referencia a la “memoria”, explicó que puede significar tanto “recuerdo” como “rencor”, y advirtió: “Por lo visto, en el lenguaje bíblico y litúrgico, las palabras ‘Memoria’ y ‘Reconciliación’ se relacionan íntimamente. Una buena memoria reconcilia. ¿Qué significado tienen estas palabras en el lenguaje cotidiano? ‘Hay que tener memoria’, es una frase que hoy se repite mucho, especialmente en el lenguaje oficial. No así la palabra ‘reconciliación’, de la que se sospecha.

Monseñor Giaquinta subrayó además la necesidad de “asumir todo el pasado, con sus glorias y sus vergüenzas” y explicó que la memoria de una nación, “además del rencor, puede sufrir otras enfermedades o diferentes formas de ‘amnesia’”. En ese sentido, indicó que “así como la amnesia lleva a un individuo a no saber quién es, y le produce una inquietud permanente rayana en la esquizofrenia, de la misma manera la amnesia social, en sus diferentes formas, produce discordia social. Cuando un individuo o un grupo no se reconoce a sí mismo en lo que de veras es, sólo puede relacionarse con los demás a nivel de contienda”.

Luego enumeró algunas cuestiones que dificultan el ejercicio de la memoria, como son “negación de la protohistoria” y de la “prehistoria”, y también, “la ilusión de ser Europa en el Río de la Plata”.

En ese sentido expresó: “Al volver la mirada hacia nuestra realidad, y en particular hacia esta circunstancia del Bicentenario, la primera constatación es la negación, y hasta el desprecio de toda la realidad social y cultural preexistente al 25 de mayo de 1810 (…) Tres siglos que le ganan por mucho a los dos siglos de vida independiente que estamos por celebrar, y que sin duda tuvieron que ver con la plasmación de nuestra identidad nacional. Los argentinos no nacimos de golpe debajo de un repollo en 1810. Llevábamos a cuesta tres siglos de protohistoria. Llamémosla como queramos: “la colonia”, “período hispánico”. Son tres siglos que no podemos negar ni olvidar, sin condenarnos a no tener identidad”.

En segundo lugar, precisó que “tampoco podemos olvidar otros muchos siglos de prehistoria –nadie sabe cuántos-, cuando en estas latitudes habitaban sólo los aborígenes, y no había españoles, ni comerciantes ingleses u holandeses”, porque no se puede negar que la realidad aborigen haya existido en la Argentina y que exista también hoy y contribuya también a nuestra identidad nacional.

En cuanto a “la ilusión de ser Europa en el Río de la Plata”, dijo que “esta negación se fortaleció luego con la corriente inmigratoria europea de fines del siglo XIX. Los seis millones de europeos que vinieron a estas playas a buscar paz, pan y trabajo, que influyó fuertemente en nuestra identidad, nos hicieron imaginar que éramos Europa en el Río de la Plata. No en vano los argentinos, siempre que podíamos, recalcábamos que no éramos latinoamericanos como los demás. Hace sólo pocas décadas descubrimos que nuestras madres ya no son más italianas y españolas, sino paraguayas, bolivianas, peruanas y chilenas. Nuestros presidentes hoy se codean más cómodamente con el presidente Chávez de Venezuela que con los del Primer Mundo. Y no pocos argentinos nietos de inmigrantes sienten que su lugar no está más en el Río de la Plata sino en la tierra de sus abuelos”.

“Nos guste o no -enfatizó- , la Argentina europea es apenas un paréntesis de sesenta años (1870-1930), con un apéndice de otros diez después de la segunda guerra mundial (1945-1955). Lo cual no significa que la inmigración europea no haya aportado fuertemente y que seguirá aportando a nuestra identidad. Pero somos definitivamente una nación latinoamericana. ¿Hemos aceptado este hecho creativamente?”

Por otro lado, monseñor Giaquinta advirtió sobre la “vana autoglorificación”, que es “una especie extraña de amnesia es la que recuerda cosas que nunca existieron. Por ejemplo, el carácter casi divino de algunos personajes históricos. Lo mismo que atribuirse como pueblo cualidades que no se tiene”, y manifestó que “no se puede enseñar más una historia que sólo hable de las batallas victoriosas de un ejército ‘no atado jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra’, como decían los manuales escolares en mi infancia. Los odios de hoy se incubaron, en buena medida, en la escuela de ayer. Si nos descuidásemos, nuestras escuelas de hoy podrían incubar los odios de mañana”.

Al denunciar también actitudes de “patrioterismo” o “falso nacionalismo”, que se diferencian del verdadero “amor a la patria, o patriotismo”, expresó: “Las llamamos ‘patrioterismo’, ‘falso nacionalismo’, o nacionalismo ‘con zeta’. Son actitudes personales o colectivas que inducen a no apreciar debidamente, e incluso a despreciar, las otras realidades nacionales como partes integrantes de la gran familia humana. Y a enfrentar los conflictos que surgen con ellas por medio de la fuerza. ¿No es esto lo que nos sucedió con el conflicto del Atlántico Sur? Es cierto que la Argentina tiene derechos sobre las Islas Malvinas. ¿Pero justificaban que se los defendiese por la vía armada? El acompañamiento multitudinario con que la Junta Militar fue sostenida en la invasión militar de las Malvinas, indica que el amor patrio de los argentinos, al menos en ese momento, estaba fuertemente corroído por la soberbia y el desprecio de la diplomacia”.

Por otra parte, advirtió sobre una “lectura sesgada de la historia” y afirmó que “la historia de nuestro pueblo debe ser asumida en su integridad, tal como es, sin prejuicios, con sus glorias y sus vergüenzas. Si las glorias son nuestras, también lo son las vergüenzas. Es inútil que pretendamos tachar períodos o personajes de nuestra historia, porque nos perseguirán como una sombra”.

Al respecto, recordó lo que los obispos argentinos habían dicho en la carta pastoral sobre la “Doctrina social de la Iglesia. Una luz para reconstruir la Nación”: “La interpretación de la historia argentina está atravesada por cierto maniqueísmo, que ha alimentado el encono entre los argentinos. (…) No queremos negar que haya un gravísimo problema ético en la raíz de la crítica situación que vive el País, pero nos resistimos a plantearlo en los términos arriba recordados’ (…) Es peligroso para el futuro del País hacer lecturas parciales de la historia. Desde el presente, y sobre la base de la verdad y la justicia, debemos asumir y sanar nuestro pasado".

El significado argentino de la memoria
Un lugar especial mereció en su alocución lo sucedido en la década de 1970: “Tenemos memoria cuando reconocemos que los desatinos cometidos son nuestros, aunque no los hayamos cometido personalmente cada uno de nosotros. No fueron cometidos por extra terráqueos. Brotaron en el caldo de una cultura argentina violenta, en cuya génesis cada uno de los argentinos y nuestras instituciones pusieron su grano de arena. Muy probablemente el curso de los 70 habría sido muy diferente si como personas y como pueblo los argentinos nos hubiésemos opuesto con valentía a la demencia de la guerrilla revolucionaria y de la represión descontrolada del Estado”.

En este punto, lamentó que “apenas se intenta que se considere la situación de los años ‘70 en su totalidad, incluyendo a militares represores y a guerrilleros revolucionarios, enseguida le enrostran a uno ser defensor de la teoría de los Dos Demonios. ¿De dónde la han sacado? ¿La enunció algún gran pensador? Y aun si así hubiese sido, merece ser sometida a crítica”.

“¿O la teoría de los Dos Demonios es una picardía argentina, que oculta otra teoría: que en la Argentina hubo Ángeles y Demonios? -prosiguió- Los ángeles serían los guerrilleros; los demonios serían los militares. Si ésta fuese la teoría, convendría recordar que los militares argentinos nacieron de madres argentinas, se educaron en escuelas argentinas, fueron promovidos en sus altos cargos por el parlamento argentino, y los miembros de la Junta de Comandantes, que hicieron el golpe del 24 de marzo de 1976, fueron ministros del poder ejecutivo del gobierno democrático argentino, votado por la inmensa mayoría del pueblo argentino. ¿Los militares fueron sólo un fruto malo de un árbol bueno? Jesús y el sentido común nos enseñan que ‘un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos’”.

La Identidad nacional crece por la Reconciliación
Hacia el final de la exposición, monseñor Giaquinta llamó a “purificarnos de todo prejuicio”, y señaló que “para alcanzar verdadera identidad, es preciso trabajar por la reconciliación de los espíritus. Y para ello, una primera tarea es la purificación del corazón y del lenguaje. El ciudadano cristiano ha de tomarse esta tarea como un deber en virtud de su fe. Para disponerse a realizarlo es preciso tener la valentía de analizar los prejuicios que lo mueven”.

Tras preguntarse “cuáles son los prejuicios de los argentinos”, explicó que “también nosotros quedamos atrapados en el ‘pre-juicio’ de la soberanía nacional y la convertimos en un ídolo, en cuyo honor casi nos destrozamos con los chilenos. Fue en aras del mismo que rescatamos las Islas Malvinas sin importarnos las consecuencias. ¡Y cuántos prejuicios e ídolos más!”

“Podríamos elaborar un diccionario de prejuicios patrióticos -enfatizó-. Casi todos riman bien, pero todos esconden alguna falacia. Fingen fantasías sobre la Argentina, que acaban por estallar. Y lo que es peor, impiden gobernar para el argentino real, de carne y hueso, el cual ansía que la política le facilite un ámbito pacífico y justo donde desarrollar sus capacidades y contribuir al bien común”.+
 







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